Shao Yao resistió el impulso de matar a esta mujer lujuriosa cuando le quitó los pantalones blancos, revelando su impresionante cuerpo.
—Mis esposas lujuriosas no se comparan con tu cabello, Yao'er. ¡Eres tan hermoso! —Sus ojos brillaron con una expresión obsesiva.
Ella observó cada parte de su cuerpo: piel blanca inmaculada como el jade, hermosas clavículas, músculos pectorales firmes, abdominales de ocho paquetes, hombros anchos y una cintura estrecha.
El Ministro Wang se sentó sobre él, y sus manos no dejaban de acariciar su cuerpo de arriba abajo.
Cuando estaban a punto de hacerlo, ocurrió algo.
—¿Quién? ¡Sal! —Los ojos del Ministro Wang de repente emitieron una luz fría. Ella rugió con frialdad.
El poder Qi afilado fue directo a un rincón oscuro de la habitación, pero golpeó un lugar vacío.
—No sé quién es su excelencia. ¿Qué problema tiene conmigo? —Entrecerró los ojos y preguntó con cautela.