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Cuando Mallory entró en el corredor, una emoción indescriptible recorrió el aire, acelerando su pulso con cada respiración. Con una mano levantando graciosamente el frente de su vestido, se dirigió hacia el salón de baile, donde resonaban risas y alegría.
A lo largo de su camino, se detuvo para admirar las velas parpadeantes anidadas dentro de calabazas talladas, cada una expresando su propia peculiar personalidad. En las esquinas, figuras esqueléticas se reclinaban en poses exageradas, apoyadas contra los pasamanos. Rosas rojas oscuras y negras adornaban su ruta, su embriagadora fragancia se mezclaba en el aire—un dulce aroma que llenaba el pasillo.