Islinda no esperó a Aldric, caminó delante de él. Sus ojos se nublaron y no estaba segura de poder contener las lágrimas por más tiempo. Muchas emociones la atravesaban, pero la más potente de todas era la ira.
—¿¡Cómo se atreve?! ¿¡Cómo se atreven?! Habían arrebatado su dignidad y la pisoteaban con sus pies. Para ser honesta, el comportamiento de Aldric era comprensible, nunca tuvo grandes expectativas de él, pero Valerie... Él era su última esperanza. Si había alguien que debía haberla defendido, era él.
—No, necesito alejarme de aquí —Islinda tenía que encontrar una manera de escapar de Aldric—. Seguramente, no era literalmente su esclava y él solo estaba fanfarroneando. Viviría el resto de su vida escondida, pero estaría lejos de él. De ellos.
Islinda estaba tan herida que sus emociones estaban a flor de piel, y cuando Aldric le agarró la muñeca a metros de alcanzar su carruaje, ella se volvió hacia él con rabia en sus ojos.