—Mami, ¿cuándo va a nacer? —preguntó Mia, su voz llena de inocencia.
Hazel lo escuchó e instintivamente miró a Chase.
¡Sospechaba que ese maldito Chase había plantado deliberadamente la idea en la mente de los niños!
De lo contrario, ¿cómo podrían saber tanto a tan temprana edad?
La guapa y noble cara de Chase seguía sin expresión, pero una abrumadora oleada de ternura le invadió.
Estos niños eran suyos. Y pronto, Hazel daría a luz a otro.
Los seis vivirían juntos.
De repente, se dio cuenta de que esto podría ser la felicidad ordinaria que había estado echando de menos.
—Mami, ¿de verdad va a haber una hermanita en tu barriguita? —inquirió el niño.
—Eh… —Hazel todavía tenía sus ojos fijos en Chase.
—¿Por qué me miras a mí? El niño te está haciendo una pregunta —replicó Chase.
Hazel rodó los ojos y cambió su mirada hacia los niños.
—Quizás. No nacerá hasta dentro de unos meses.
—Wow, cuando llegue el momento, le haré galletas.