—Vuelve conmigo —Chase la llevó a la fuerza fuera de la mesa de operaciones y salió caminando.
El rostro de Hazel estaba lleno de pánico. Luchaba con todas sus fuerzas en sus brazos. —Suéltame, Chase. ¿No puedes dejar de ser tan dominante?
Chase ignoró su resistencia, desestimándola por completo.
Su agarre se apretó a su alrededor como un par de tenazas de acero, dejándola sin fuerzas para luchar.
En el pasillo del hospital, algunos guardias de seguridad se acercaron, blandiendo porras. La enfermera señaló a Chase, su voz temblaba de horror. —Alguien está causando problemas. ¡Son ellos!
—¿Qué diablos estás haciendo? ¿Quién demonios eres? —El capitán de seguridad apuntó su porra hacia Chase, y su postura exudaba autoridad.
Chase no prestó atención a su arrebato y continuó caminando directamente hacia él.
Chase poseía un aura inherente de poder. ¡Era evidente que era alguien a quien no se debía provocar!