—Voy a contar hasta 3. ¡Debes venir a cenar ya!
—¡Ya sabes que siempre cumplo mi palabra!
Hazel rodó los ojos, y las lágrimas se acumularon instantáneamente.
Había intentado mantenerse firme contra él, pero en el momento en que vio a los niños, se desmoronó al instante.
Este maldito imbécil siempre sabía cómo explotar sus vulnerabilidades.
Al no recibir respuesta de Hazel, Chase empezó a contar:
—Uno.
El corazón de Hazel se apretó, y ella lo miró fijamente a Chase, llena de intensidad.
—Dos... —La tonalidad de Chase se volvía más seria.
—Tres... —Chase terminó de contar y se levantó, caminando hacia la puerta.
Al ver esto, Hazel no se atrevió a discutir más. Contuvo su enfado y fue de mala gana hacia la mesa de comedor.
Su cabello estaba desordenado, y su figura se había vuelto tan delgada, era como un saco de huesos. Incluso la ropa de menor talla le colgaba holgadamente.
En la mesa, había una variedad de platos nutritivos.