Ya era la una de la madrugada cuando terminaron de cenar.
Después de que los niños terminaron de comer, estaban tan somnolientos que no podían abrir los ojos y no paraban de frotárselos.
—¡Qué sueño!
—Ya es la una. A dormir. Todavía tenemos que ir al hospital mañana —dijo Chase.
Hazel se levantó.
—¡Voy a dormir con los niños!
—Ya están grandes. ¿Cómo pueden dormir con su madre? —preguntó Chase.
—Chase, ¿no puedes dejar de ser tan dominante? ¡Solo tienen cuatro años y necesitan la compañía de su madre!
—¡Ah, está bien, está bien! —aceptó Chase—. ¡Haz lo que quieras!
Chase ya no quería discutir más con Hazel.
—¡Vamos a nuestra habitación!
—¡Vale! —respondió Hazel.
Los dos pequeñajos se adelantaron, pero Hazel los siguió hasta la habitación de los niños.
Al entrar en la habitación, aunque era una habitación infantil, era muy espaciosa y la cama era lo suficientemente grande.