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—¡Pfft!
La sangre salpicó cuando los ojos de Liang Shaohui se abrieron de par en par, llenos de incredulidad.
Bajo esa incredulidad, había una intensa desesperación y miedo.
—No, no...
Liang Shaohui se cubrió el pecho donde un hilo dorado se extendía, terminando en un puñal negro, y en ese momento, el puñal negro se había clavado profundamente en su corazón.
Intentó hablar, pero solo encontró que respirar se hacía más difícil, como si muchas cosas estuvieran atascadas en su garganta, impidiéndole decir una palabra.
Finalmente, Liang Shaohui miró con ojos bien abiertos mientras caía al suelo, sus ojos no se cerraban ni siquiera en la muerte.
Hasta los últimos momentos antes de su muerte, Liang Shaohui no había entendido por qué Su Han se atrevía a ponerle la mano encima y por qué alguien de una familia pequeña en el Condado de Yuanshan se atrevería a matarlo.
—¡Zumbido!