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—Amor, estás mirando los mariscos como si fueran algún tipo de tesoro —bromeó Henry mientras veía a Amy saborearlos.
—Es que huelen tan bien y apuesto a que saben aún mejor —se defendió Amy antes de darle un mordisco al calamar a la parrilla que había estado ojeando antes.
—¿Estás embarazada? —Henry ya no pudo evitar hacer la pregunta. Ella parecía alguien que no había comido en días mientras disfrutaba del plato de mariscos en su mesa, una señal de que una mujer podría estar embarazada, y la sola idea lo emocionó.
Amy casi se atragantó con la comida y tosió varias veces, uno de los camareros estaba a punto de acercarse para revisarlos, pero Henry rechazó la ayuda porque sabía que era por su pregunta, no por la comida.
—¡Dioses no! Eso es absurdo Henry, sabes que estaba tomando anticonceptivos —Amy dijo lentamente mientras se limpiaba la boca.
—¿Y por qué no? Dejaste de tomarlos después de la boda, así que es posible, ¿verdad?