—Siempre pensé que podía vivir mi vida sola —continuó ella, su voz firme a pesar de la vulnerabilidad en sus palabras—. Para siempre, si tenía que hacerlo. Me convencí de que era más seguro de esa manera —sin apegos, sin vulnerabilidades, sin nadie que pudiera lastimarme o dejarme atrás.
Aiden le sostuvo la cara entonces, su pulgar acariciando suavemente su pómulo. Ella sonrió débilmente, girando la cabeza para presionar un suave beso en el interior de su palma antes de continuar:
—Y la verdad es que todavía puedo. Me lo he demostrado a mí misma. Puedo vivir sin ti, Aiden Hawk.
Aiden sintió su pecho apretarse como si las palabras de ella lo hubieran perforado directamente. Pero no se atrevió a interrumpirla. Dejó que el calor de su beso en su palma sirviera de consuelo, una promesa silenciosa de que sus palabras conducían a algo más profundo.
—Pero —dijo ella, suavizando su voz, su mirada encontrando la de él y sosteniéndola con intensidad inquebrantable—, no quiero hacerlo.