¡Ding!
En cuanto se abrieron las puertas, Serena salió disparada del ascensor. ¿Por qué Aiden Hawk hacía todo tan difícil? ¡Maldición! ¡Ese hombre era peligroso como el infierno! ¿Cómo pudo olvidar eso?
¡Casi la había seducido haciéndola olvidar su misión! Sacudiendo la cabeza, se recordó a sí misma. Necesitaba descubrir la verdad y recomponer su memoria fragmentada. Pero por más que lo intentaba, todo continuaba siendo una frustrante página en blanco. Se frotó las sienes, intentando aliviar el leve dolor que se había instalado allí. Quería recuperar su memoria. La necesitaba.
—¡Argh! ¡Esto es tan frustrante! —gritó.
¿Por dónde debía empezar ahora? Él había cerrado todas las puertas al ordenarle al hospital que no le diera ninguna información. Se detuvo a mitad de paso. ¡Había otra pista!
¡Sus supuestos padres! La gente a la que Aiden la había llevado a conocer. Si realmente eran sus padres, seguramente tendrían pruebas. Fotografías antiguas, documentos, algo que pudiera desencadenar un recuerdo.
Si no las tenían, ¡entonces definitivamente algo sospechoso estaba sucediendo!
Le llevó un rato, pero recordó el nombre de la calle. Llamó a un taxi y le dio al conductor la dirección. Un nudo de preocupación se tensó en su estómago. Recordó la inquietud que había sentido. Mientras observaba pasar los edificios, no pudo evitar pensar en lo irónico que era. Justo la semana pasada, había armado un escándalo cuando Aiden había intentado llevarla allí y hoy, iba por su propia voluntad.
—Señorita, hemos llegado —dijo el conductor.
Las palabras del conductor la devolvieron al presente. Le pagó y salió del taxi, mirando cuidadosamente a su alrededor. Ya no había vuelta atrás. Sus instintos le gritaban que fuera cautelosa mientras agarraba los bajos de su falda.
Aquí fue donde se detuvieron la última vez. Pero no sabía la dirección exacta de donde vivía la pareja.
Justo entonces, vio una pequeña tienda cerca y decidió probar suerte allí.
—No pareces de por aquí, señorita. ¿Hay algo en lo que pueda ayudarte? —preguntó un anciano que estaba por la tienda.
Normalmente los hombres mayores eran amables, pero él parecía... peligroso.
—Estoy buscando a una pareja que vive por aquí —dijo Serena.
—Un hombre bajito de pelo canoso y la mujer es un poco rellenita, con una mirada severa. Su hija ha estado en coma durante un tiempo... ¿Sabes dónde viven?
—¿Hablas de los Thompson? —preguntó con cautela, mirándola de arriba abajo.
Serena simplemente asintió. No sabía sus apellidos, ¡pero esta era su única pista!
—¿Qué son ellos para ti?
Serena tragó saliva ante esto. —Soy su hija —dijo con disgusto al tener que decir algo así, y rápidamente continuó:
— ¿Los conoces?
El hombre asintió lentamente, todavía evaluándola:
—Sí, los conozco. Los estás buscando, ¿no es así? Puedo llevarte a ellos si quieres.
Un escalofrío recorrió su espalda al escuchar sus palabras. Había algo en su tono, algo que no podía identificar del todo, que hizo sonar las alarmas en su cabeza. Sacudió la cabeza y forzó una sonrisa. —Oh, no, no te molestes. Con la dirección será suficiente. Seguro que la encontraré.
—¡No, no! ¡Insisto! No querríamos que te perdieras —dijo él, moviéndose rápidamente y continuando:
— Espera aquí. Volveré enseguida.
Algo gritaba dentro de ella. Pero no sabía qué era. Mientras veía al anciano desaparecer en la tienda, su presentimiento tomó el control. Serena giró sobre sus talones y comenzó a alejarse.
—Señorita, ¿a dónde vas? —oyó que el anciano la llamaba desde atrás.
—Oh, eh, recordé que tenía algo pendiente. Los veré en otra ocasión. ¡Adiós!
Su corazón latía fuertemente en su pecho mientras se alejaba lo más calmada que podía. Sus ojos se movían a su alrededor, buscando a alguien a quien pudiera pedir ayuda. Fue solo entonces cuando notó cuán desierta estaba la calle.
Deseando ver si el hombre la seguía, Serena miró hacia atrás. Una sombra se cernía sobre ella.
—¿Ay...?
Serena sintió una mano en la nuca. Entró en pánico, luchó, pero un paño le tapó la nariz y la boca. Su visión comenzó a empañarse mientras sus extremidades se volvían pesadas.
La oscuridad se cerró y todo se desvaneció en negro.