Ofelia estaba atónita y sin habla, su corazón cayendo tan fuerte en su estómago, que casi se derrumbó en lágrimas. Su esposo... ¿iba a hacer qué?
—¿Señora? —Cora llamó, volviendo sobre sus pasos cuando se dio cuenta de que la pequeña dama no estaba a la vista.
La cabeza de Killorn se giró hacia las escaleras, pero Ofelia ya se había ido. Corría para alcanzar a Cora, su vestido ondeando detrás de ella. Sentía su corazón latir contra su pecho, su cabeza girando, y su respiración atascada en su garganta. Lo que más temía se estaba haciendo realidad.
¿Killorn partía a la guerra? ¿Por qué? ¿Una Descendiente Directa de la Diosa de la Luna? Es decir, ¿una mujer cuya carne y sangre podían curar a hombres lobo y vampiros por igual?
El corazón de Ofelia dio un vuelco, pues sentía pena por la existencia de tal mujer. Que los cielos sonrían amablemente sobre quien quiera que fuera...
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