—No la asustes, director —dijo Layla seriamente mientras giraba sobre sí misma—. No lo sabemos con certeza. Nuestra poción aún no está terminada.
¿Poción? La cabeza de Ofelia se volvió hacia Layla, quien sostenía un bisturí en una mano y sangre en su bata blanca de laboratorio. Su garganta se apretó ante el olor nauseabundo en el aire.
—Escuché por Layla que estabas leyendo libros escritos en la lengua antigua —murmuró Reagan—. Las palabras ahí son el lenguaje de los dioses. Incluso los magos más entrenados luchan por entenderlo.
Ofelia parpadeó lentamente. Podía ver cuán anormal era esta situación. —Yo-yo nunca fui e-educada en la lengua. Yo-yo solo la estaba mirando, no.
Reagan le dedicó una mirada significativa, como si viera a través de sus excusas.
—Yo-yo no quería leerla, solo la recitaba sin darme cuenta —dijo Ofelia.
—Los Descendientes Directos de la luna no necesitan ser enseñados en el lenguaje de los dioses, pues es su lengua nativa —le dijo Reagan.