Layla estaba sumamente ocupada, pero fue rápida al explicar la situación.
—Esa es la última de las fuerzas vitales que puedo emplear —explicó Layla mientras señalaba las hojas que se deshacían al caer al suelo—. Sin una fuerza a la vista, no puedo simplemente invocar
Layla se detuvo. Vio al octavo grupo de chicas humanas avanzando rápidamente, pero la barrera ya comenzaba a cerrarse. Y entonces, Ofelia abrió mucho los ojos. A Layla se le ocurrió un pensamiento.
—M-mi sangre —urgió Ofelia en voz baja y tranquila.
—El Alfa me matará
—N-no si yo p-puedo evitarlo —exigió Ofelia mientras tomaba la varita de Layla y la apuntaba a su muñeca.
—¡Mi señora! —sollozó Janette, avanzando rápidamente. Estaba casi aquí y podía ver la luz al final del túnel.
—¡Chica... humana! —rugieron los goblin, cargando hacia adelante con sus porras de madera infundidas con metal. Había al menos diez pequeños, liderados por un enorme ogro.
—¡Ahora! —gritó Ofelia, sin dejarle elección a Layla.