Elena se interesó de inmediato en la mujer. Si podía ser de alguna utilidad para su hermano mayor, no dudaría en aprovechar la oportunidad. Sumergió elegantemente sus pies para saludar con una corta reverencia, pero nunca inclinó su cabeza, pues ella era una Princesa y la chica una Duquesa.
—Es un placer conocerla —comunicó Elena con una voz melosa y compuesta.
—E-el placer es todo mío, Princesa Elena —expresó Ofelia.
—Sólo Elena está bien —dijo Elena en un tono suave y elocuente, y reveló una sonrisa serena, en especial cuando Everest asintió con la cabeza en señal de aprobación.
—Debes ser especial para mi hermano —observó Elena inclinando su cabeza.
—O-oh, no, yo no podría ni imaginarlo —respondió Ofelia torpemente con una expresión forzada. No podía apartar la vista de Elena, que era de deslumbrante belleza.