Ofelia debería haberse mantenido callada. Se desmayó antes de contar cuántas veces lo hicieron por la mañana. Cuando despertó, estaba completamente sola, sus piernas temblaban como las de un ciervo recién nacido.
Ofelia se dio cinco minutos para recuperarse y luego salió de la habitación. Asomó la cabeza y se quedó helada al ver a Beetle silbando. Antes de que él la viera, cerró las puertas de golpe y se apresuró a vestirse.
—¿Luna? —Beetle llamó desde fuera de la puerta.
—¡S-solo un minuto! —Ofelia chistó mientras abría cada puerta que encontraba para localizar el armario. Para su alivio, su último intento dio resultado. ¡Aha! ¡Un camisón para ponerse!
—Como estás despierta, ¡voy a llamar a las criadas ahora!.
Ofelia casi tropieza y cae mientras se apresura a vestirse.
—¡Ay! No, ve tú, ¿por qué tengo que ser yo? —gritó una voz en protesta, seguido por el sonido de un golpe.