—Son tan hermosos como el oro desvanecido bronceado por la luz del sol —Killorn la aseguró cuando la encontró tocando distraídamente su trenza con un libro en su regazo. Miraba hacia la distancia, más allá de los árboles, hacia una tierra lejana.
—Mis ojos todavía son morados, desafortunadamente —murmuró Ofelia, frunciendo las esquinas de la novela casi sin tocar en sus manos. El mundo parecía estar volviendo a la paz, pero aquí estaba ella, perdida en el pasado.
Los quizás. Los qué pasaría si. Las cosas que haría para volver en el tiempo. Pero ese era el problema con la vida, ¿no? Simplemente tendría que vivir con las consecuencias de sus actos y esperar que la vida continuara.