—¡Está despierta!
En el fondo, se podían escuchar pisadas frenéticas, trazando y corriendo alrededor, seguidas por la compañía de más prisas apánicas.
Ofelia se quejó de la rigidez y el peso de su cuerpo. Sintió calidez lamiendo su rostro, tanto húmedo como áspero. Abriendo los ojos de golpe, se horrorizó al ver un enorme perro frente a ella. Al instante, la criatura emitió un pequeño aullido, casi ofendido por su rechazo, pero ella reconoció esas pupilas y cabello oscuro en cualquier lugar.
—¿Nyx...? —Ofelia susurró, mirando sus manos vendadas y uñas. Ella medio esperaba que el perro respondiera como su leal mascota. Para su sorpresa, él ladró felizmente en su dirección, moviendo la cola.