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Hace diez años, Casa Eves
—¡Rápido, trae el rubor! Tenemos que hacerla parecer más joven.
Ofelia parpadeó confundida ante la vista de las criadas apresurándose a vestir a su hermana mayor, Roselind. Podía ver el temblor de su elegante hermana, quien siempre llevaba una sonrisa altiva en su rostro. Segura de sí misma, convencida de que el mundo le pertenecía. Ofelia deseaba ser ella. Incluso ahora, la conserva de su abuela de la noche anterior le picaba en el trasero. Abrazó su juguete de peluche con más fuerza por el miedo.
—Ya tengo suficiente rubor —suspiró Roselind con desaliento. Giró un anillo en su dedo, cuidando de ignorar las puntas afiladas del diamante.
—¡No, hazla parecer mayor! Parecer una niña no detendrá a esos bárbaros codiciosos —vino la voz severa de la Matriarca Eves.