Ofelia pasó todo el día como en un desenfoque. Apenas podía pensar o comer algo. Lo único que podía comprender era la verdad que le había sido revelada. Siempre supo que era especial, al menos, de alguna manera. Ahora, no sabía cómo reaccionar al conocer la verdadera magnitud de su naturaleza.
Los Descendientes Directos eran criaturas que nadie quería ser. Los Descendientes Directos sangraban sangre de plata que sanaba a las personas y atraía a los vampiros cuya sed era inextinguible al consumirla. Su carne tentaba a los hombres lobo que mordían al humano sin piedad, consumiendo todo lo que podían de su sagrada Diosa de la Luna. Una obsesión tan aterradora, que el Descendiente Directo sería consumido por dentro y por fuera. Cada parte sería utilizada. Ni siquiera quedarían huesos.