La luz del sol se derramaba a través de la ventana, bañando a la pareja enredada. Ofelia había dormido lo mejor que había en mucho tiempo. Ella fue la primera en despertarse, su corazón obstruyéndole la garganta ante la vista de él. Anidada en sus brazos, Ofelia deslizó tiernamente su mano desde su mandíbula hasta su cuello. En su sueño, Killorn estaba indefenso, pero sus cejas tirantes implicaban lo contrario. Mandíbulas apretadas, el agarre se intensificaba, Killorn se negaba a dejarla ir incluso en medio de su agotamiento.
Ofelia sabía que Killorn merecía el descanso. Ella no se atrevió a despertarlo, ya que apenas había dormitado durante el viaje completo desde el imperio. La incertidumbre se acumulaba en su estómago.