—Ofelia ardía hasta el pecho. Ni siquiera podía mirarlo.
La vergüenza la envolvía, incluso cuando alguien tocó a la puerta. Pegó sus ojos al suelo con la esperanza de ocultar sus orejas enrojecidas. Él se encontró con Cora con una leve sonrisa mientras varias criadas entraban con una bañera de madera y cubos de agua caliente en la habitación.
Ofelia podía sentir las miradas curiosas, y mantenía su cabeza baja, entre la suave risa de Killorn. Música para sus oídos. Su estómago se revolucionó cuando se cerraron las puertas. Apresuró los ojos cuando la ropa de Killorn tocó el suelo.
—No me obligues a desvestirte como a una niña, Ofelia.
Ofelia se acercó nerviosa a la bañera. Killorn ya se había sumergido en el agua caliente. Los pétalos de flores flotaban en la superficie, la imagen le hizo reír. Su cuerpo bruto y muslos poderosos doblados eran un fuerte contraste con las rosas blancas y rojas.