Ofelia no hizo preguntas. No preguntó sobre el número decreciente de hombres que regresaban con ellos al Ducado Mavez. No preguntó sobre las lesiones en su esposo, su gente y lo demacrados que parecían. Sabía las bajas que su esposo enfrentó esa noche. Para entonces, ya había rumores sobre cómo llamar al ataque ofensivo que ocurrió dentro y fuera del castillo. Desde la mágica y siniestra magia de Ofelia hasta las cabezas de vampiros y hombres lobo clavadas frente a casas aristocráticas.
Una advertencia—la próxima persona que tocara a Ofelia correría la misma suerte.
Todo el mundo estaba tenso. Apenas había charlas en el camino de regreso. Los hombres de Mavez esperaban represalias. La alta sociedad no sabía cuál sería su próximo paso. La familia real guardaba silencio.