En el ajetreo de la tarde, cuando los magos iban y venían apresurados en sus investigaciones científicas, las criadas se apresuraban a terminar de empacar, los aristócratas disfrutaban del té en los jardines y los sirvientes vertían su sudor en busca de la perfección, una mujer solitaria recorría el delgado camino entre la vida y la muerte.
Ofelia recordaba haber leído sobre las barreras alrededor del reino y la torre del mago. El laberinto alrededor de la torre mágica podía mantener a un hombre atrapado por la eternidad. Solo magos habilidosos y autorizados podían romper la ilusión.
Ofelia puso pie en el mismo lugar que Layla una vez la guió. Recordó la precisión de cada mago mientras escatimaban su paso hacia sus lugares correspondientes. Nadie se detuvo a mirarla, todos estaban demasiado ocupados cumpliendo con sus deberes para dedicarle una mirada.