Dentro del cuartel militar, el Oficial Lyao se encontró acorralado por la puerta de la sala de conferencias.
—¡Lyao, no puedes quedarte ahí parado sin hacer nada! —El Comandante Martin bloqueó el paso del Oficial Lyao, su mirada intensa clavada en él—. Después de todo lo que hemos pasado, ¿vas a quedarte ahí parado y dejar que mi Mar de la Conciencia se colapse?
—No sé nada, así que no puedo ayudarte —respondió el Oficial Lyao, impasible.
—No, tú sí sabes. Nadie lo sabe mejor que tú. Desde que el Segundo Comandante entró en la cámara secreta y salió, tú eres el único que ha estado en su centro de recuperación y lo ha visto. Además, ¿qué hay de aquella vez en la nave espacial? El Mar de la Conciencia de miles de soldados fue ordenado inesperadamente, y todo fue obra tuya —Martin apretó la mandíbula con certeza.
—No sé de qué estás hablando —La cara del Oficial Lyao permaneció inexpresiva.