Yuri solo ocupaba un tercio de la cama, dejando los dos tercios restantes a alguien. La implicación era clara como el día.
Tuss estaba tanto feliz como triste: feliz porque ella se preocupaba por él y le dejaba un espacio, triste porque ella confiaba tanto en él que parecía que no lo consideraba como un hombre que la estaba cortejando.
—¿No tiene miedo de que yo haga algo? —Tuss pensó para sí mismo.
Frustrado, Tuss levantó la cobija y se acostó. Cuanto más lo pensaba, más enojado se sentía, y su cuerpo parecía moverse incontrolablemente hacia ella. No fue hasta que tocó a Yuri que se detuvo.
—¿Ella no se despertó? —Tuss estaba sorprendido. ¿No es fuerte su vigilancia?
—¿Es porque confía en mí?
—Entonces, ¿qué hay de esto?
Tuss extendió la mano y la colocó en la cintura de Yuri.
Yuri siguio profundamente dormida, sin mostrar reacción alguna.
Tuss miró al techo, sus ojos llenos de determinación.
Se volteó de lado, su cuerpo medio abrazando a Yuri, sus caras casi tocándose.