—Oye. Sé que no estás durmiendo. ¡Eh!
—Cállate —Jillian gruñó y hundió su cara en la almohada que aún de alguna manera olía a Lu Yizhou—. Aunque Dios no necesitara dormir, eso no significaba que no estuviera cansado. ¡Lu Yizhou ese bruto! ¡Izher también, ambos estaban igualmente locos! Todavía sentía escalofríos cada vez que recordaba la hazaña que los otros dos le habían hecho pasar. ¿Qué pensaban que era? ¿Una banda elástica? —No me hables o si no.
—¿O si no qué? —Izher desafió.
—Tú... —Furioso, dijo— ¡Tienes suerte de que no pueda moverme en este momento o si no!
—¿O si no qué? —Jillian le devolvió alegremente las palabras—. ¡Te lo mereces! Tú eres el que no paraba de decirle a Lu Yizhou que lo hiciera más fuerte. Mira cómo te ha destrozado —chasqueó la lengua con schadenfreude—. ¿Podrás siquiera salir de la cama mañana?