El aire estaba tan silencioso que ni siquiera se podía oír un atisbo de respiración. Ojos abiertos de par en par en horror, bocas entreabiertas y cuerpos congelados en su sitio, así era la reacción de todos. Maia miraba la figura ensangrentada entre terror y asombro, conteniendo la respiración en su garganta. Afortunadamente, había tenido el honor de conocer a Regius, así que podría haber desarrollado una mayor inmunidad hacia los seres sobrenaturales. En cuanto a los demás...
—¡A—AAAAH—!!! —un grito aterrorizado sacó a todos de su estado de shock y comenzaron a retroceder aturdidos, casi creando un pequeño evento de estampida. En un abrir y cerrar de ojos, la tienda se vació casi por completo excepto por unos pocos hombres más valientes. Sus caras estaban pálidas mientras observaban la figura ensangrentada con cautela.
—Entonces, ¿quién me ha invocado? —preguntó Izher con tono aburrido, revisando sus uñas mientras tanto.