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Terra parpadeó.
—Oh.
—OH. Un beso, un acto físico de intimidad que te obliga a rozar tus labios contra la piel de alguien más —le suministró su cerebro de manera poco útil.
Terra no podía quitar sus ojos del pecaminoso rizo de los labios del centinela. No era la primera o segunda vez que se sorprendía mirando los labios de Kai sin darse cuenta, preguntándose cómo podían verse tan suaves y deliciosos al mismo tiempo y cómo se sentiría si los tomara entre sus dientes, y cada vez tenía que forzarse a desechar el pensamiento. No tenía idea de dónde surgía tal pensamiento extraño y eso le hacía sentir todo cálido y cosquilleante. Cierto a las palabras del centinela, Terra estaba... abrumado. Realmente no sabía cómo nombrar lo que sentía.
—Correcto, beso —. Terra enfocó su vista en los labios de Kai y cerró sus puños con determinación. Podría ser capaz de— no, definitivamente podía hacer esto. Exhaló y se acercó discretamente, su corazón latiendo a cien millas por segundo.