—¡Doctor Wyatt! —Un torbellino de pasos se acercaba a él, seguido por dos enfermeras y un guardia de seguridad. Al encontrarlo apoyado débilmente contra la pared, entraron en pánico—. Doctor Wyatt, ¿está bien? ¡Dios mío, su cuello...!
Wyatt sabía que habría feas marcas de dedos alrededor de su cuello, especialmente cuando el Centinela ni siquiera dudó en bloquearle la vía respiratoria, sus ojos estaban fríos en una determinación silenciosa de matar. Wyatt nunca lo había visto antes, lo cual era extraño porque los Centinelas de rango A en el mundo podían contarse con dos dígitos y de alguna manera debían haber ido al hospital en algún momento. Sus informes médicos debían haber sido archivados en el hospital y, casualmente, una de las aficiones favoritas de Wyatt era hojear informes médicos como si estuviera leyendo una novela muy interesante.