La tensión se desangró de los hombros de Lu Yizhou, una que ni siquiera sabía que tenía. Cerró los ojos aliviado y se inclinó, capturando los labios de Heimo con un afecto tan vívido e intenso que hizo que el hombre llorara aún más.
Heimo llevaría consigo ese sabor agridulce, grabándolo en su carne y sus huesos, lo quemaría en su sangre para poder seguir viviendo solo con el recuerdo de que era amado, que alguien estaba dispuesto a abandonarlo todo solo por él. Lu Yizhou mordisqueó el labio inferior del hombre antes de apartarse. Heimo gimió y siguió su boca, pero el hombre simplemente le dio un beso en la esquina de sus labios, sus mejillas, nariz, párpados, cada parte que podía encontrar en la cara de Heimo. Estaba besando la tristeza y las lágrimas. Esto no sería una despedida, transmitió a través de los besos. Esto era una promesa.