—Eh... ¿eres tú? —al día siguiente—o más bien, la noche siguiente— llegó el mensajero de Natha, y era una persona, quiero decir, un demonio conocido.
Vestido con una túnica y disfrazado de humano, tenían apariencia masculina, pero yo sabía que la forma demoníaca era sin género. Pero simplemente asumiría que era un varón, ya que se disfrazaba como uno. De todos modos, él era el espía que Natha había plantado en el reino, el que perseguí y acorralé para enviar mi carta desesperada al Señor Demonio.
Supuse que Natha lo envió porque yo estaba más o menos familiarizado con él, ¿quizás?
Vino después de que terminé mi cena, esperando en espera fuera de la puerta del balcón con una lujosa caja en sus manos. Abrió la caja y me mostró educadamente el contenido, que era un pergamino antiguo protegido por magia de preservación.
