—¿Crees que está enojado? —preguntó.
Estaba tumbada boca abajo en el cómodo sofá de la biblioteca. La tela se sentía suave en mi mejilla, y era fácil quedarse dormida allí con el cálido sol entrando por la enorme ventana.
Pero no podía.
Me había estado resolviendo a enfrentar a Natha y... bueno, en realidad no tenía un plan concreto sobre lo que quería transmitirle. Pero sí quería abordar lo del doctor. Incluso si tenía que torcer un poco la verdad —solo lo suficiente como para no tener que explicar lo de la transmigración— quería decirle que pensé en el doctor porque se parecían y que ya no tenía sentimientos persistentes. O al menos eso creía.
También quería sincerarme sobre leer su diario. No era porque quisiera preguntarle sobre la continuación de su aventu —quiero decir, viaje. Eh —sí, definitivamente no era por eso. Juro que no era porque no pude encontrar el siguiente volumen —quiero decir, cuaderno— dentro de la torre.
Y vaya que era grande esta torre.