—No puedes usar magia.
—Vale,
—Solo sígueme y no hagas nada.
—Vale,
—Si tú...
—¡Vale! Te escuché, mi Señor —tuve que poner mi palma contra su pecho para detenerlo. Sabía que yo misma había provocado esta reacción, pero maldita sea... ¿iba a estar en modo madre helicóptero todo el tiempo?
Levanté mi otra mano, la que aún sostenía la de él. —De todos modos, mi mano está en la tuya.
Como... literalmente.
—Hmm...
Sus ojos se estrecharon y brillaron bajo el sol implacable, y él entrelazó nuestras manos antes de bajarla y cambiar su mirada hacia sus subordinados.
Bueno, al menos había detenido el tren de regaños.
[Maestro, ¿iremos a ver Gran Fuego?] Jade preguntó en voz baja, soltando un suave gorjeo en lugar de gritar como de costumbre.
—Sí, vamos a ver Gran Fuego —le susurré de vuelta, sonriendo.