—Oh, ¿no es eso una goma? —levanté la vista del libro que estaba leyendo en la habitación de la aeronave, sorprendida de que Natha supiera de eso. Miró la goma sobre la mesa, encima del pañuelo que Arta me prestó.
—¿Ah, sabes? —Arta estaba familiarizado con la goma ya que los tres hermanos solían vivir en la calle, pero no esperaba que Natha, criado entre la élite, supiera. ¿O era porque él era el Señor y se suponía que debía saberlo todo, incluida la comida del plebeyo?
—Por supuesto, es uno de los mejores alimentos para los aventureros durante el otoño —dijo Natha mientras tomaba asiento en el otro sillón junto al mío, ya vestido con su bata de noche.
Me levanté de mi posición encorvada y le dirigí una mirada intrigada. —¿De verdad?