—Más que nosotros, el que debe estar más molesto debes ser tú, ¿verdad, mi Señor? —Lesta sonrió desde el sofá frente a mí.
—Su Señoría probablemente esperando, ¿verdad? —Opti sonrió. —Por una oportunidad de tener una justificación y— no terminó su frase, e hizo un gesto de corte en el cuello.
—¡Oye! Eso fue bastante extremo, ¿verdad?
Levanté la vista para ver a Natha, pero en lugar de tranquilidad, lo que vi fue un par de ojos plateados brillando peligrosamente, y una sonrisa profunda que me envió un escalofrío por la espina dorsal.
—...¿verdad?
Miró hacia abajo y, al ver mi expresión horrorizada, cambió su sonrisa por una más suave, acariciando mi cabeza como diciéndome que no me preocupara por ello.
—Uhh... okay entonces.
—Su Señoría, ¡no puede hacer eso! ¡Tengo que arreglar el cabello del joven maestro otra vez! —Arta frunció los labios y regañó a Natha, diciéndole que se apartara para que pudiera arreglar mi cabello.