—Ra Natha, ¿serías mi eterno?
¿Cómo podía sonar tan hermosa una sola línea?
Hubo momentos en su vida en los que Natha sintió que el tiempo se había detenido;
la primera vez que abrazó a Valen.
La primera vez que se dio cuenta de que era Valen.
La primera vez que besó a Valen.
La primera vez que hizo el amor con Valen.
La vez que vio a Valen corriendo en el campo de nieve.
Y la vez que Valen pidió su vida y su tiempo, bañado en el resplandor del atardecer.
El tiempo se detuvo; se detuvo para que pudiera ver todo con claridad, sentir todo en mínimos detalles. Los brillantes y atractivos ojos verdes que no ocultan nada; los encantadores labios que pronuncian hermosas palabras; el cálido resplandor del crepúsculo y la fragante esencia de una primavera sin fin.
En ese momento, cuando todo se sentía hermoso y perfecto, Natha llegó a comprender la decisión de su maestro de preservar una parte de este mundo.
Quería preservar este momento.