— Mathew: Asegúrate de que nadie nos moleste, ésta noche será inolvidable y no quiero ninguna interrupción.
— Caballero: ¿Quiere que de la orden a los caballeros de permanecer afuera de la mansión?
— Mathew: Mantén a todos en los alrededores, que no ingresen a la mansión a menos que sea necesario.
— Caballero: entendido.
Ohh Seredine, ésta noche te haré ver lo que es un verdadero hombre. Espero con ansias tu llegada.
La puerta de la habitación se abrió lentamente, una figura femenina cruzó la puerta y se detuvo frente al señor de la ciudad.
— Sirvienta: Mi señor, vengo a informarlo, la señora Seredine se encuentra en la puerta de la mansión.
— Mathew: ah, Lucia que bueno que has venido ordena a todos los sirvientes que no se acerquen a la mansión principal, sólo tú debes estar cerca en caso de necesitar algo.
— Lucia: cumpliré sus órdenes de inmediato, mi señor. Respondió mientras hacía una reverencia y se dirigía a la salida.
— Mathew: Lucía, un momento.
— Lucía: ¿Necesita algo más mi señor?
— Mathew: casi me olvido, recibe a la señora en el gran salón y llévala hacia mi oficina, terminaré algunos preparativos aquí y luego iré con ustedes.
Lucía asintió y se retiró cerrando la puerta lentamente.
Mientras tanto en las afueras de la mansión, Seredine caminaba elegantemente en dirección a las oficinas del señor de la ciudad, estaba pasando por un camino de piedras, a un lado de él, se encontraba un enorme jardín, iluminado por la luz de la Luna.
Se podía ver una gran fuente en el centro y grandes macetas de cuarzo alrededor, llenas a tope de margaritas y algunas con claveles, esperando la luz del sol para florecer.
— Seredine: Está muy sola la mansión, casi se siente cómo si estuviera abandonada.
— Mayordomo Basco: hemos hecho algunos preparativos para que nadie moleste los negocios del señor ésta noche, puede estar tranquila, todos los alrededores están protegidos por los caballeros de la ciudad.
— Seredine: fuu, qué alivio, empezaba a asustarme un poco por el silencio de la mansión. Le tengo miedo a los fantasmas. ¿Usted cree en los fantasmas?
— Mayordomo Basco: no sabría que responderle, señora, pero si creo que existen espíritus que nos observan desde la oscuridad, esperando la oportunidad para robarnos el alma. Comentó mientras hacía unos gestos extraños con su cara.
— Seredine: ¿eh?... ¿En serio? ¿Lo has visto?
— Mayordomo Basco: Oh, es sólo una broma. Respondió mientras sonreía con su cara seria y mirandola fijamente.
— Ya llegamos señora, éste es el edificio principal de la mansión, el señor debe estar esperando en su oficina para...
— Lucía: ¡ah! Señora, ya está aquí, me han dado la tarea de recibirla y llevarla con mi señor, adelante. Dijo mientras se inclinaba y señalaba con sus brazos hacia el salón principal.
La sirvienta hizo un movimiento con su cabeza mirando fijamente al mayordomo Basco, indicando que se debía marchar ya.
— Seredine: Guau, es un lindo salón, es agradable y da la sensación de estar bajo las estrellas. Comentó mientras observaba el arte que se encontraba pasmado en el techo.
Se podía ver un inmenso cielo estrellado con la luna y los planetas ubicados en el, ángeles y demonios que luchaban entre ellos de un lado un sol radiante que representa a la diosa de la Luz y por otro lado un dragón negro que representa al Dios del Vacío.
Seredine se quedó observando aquella pintura por un largo tiempo, siendo interrumpida por una voz.
— Lucía: ¡señora! Disculpe si la interrumpo, pero debemos ir a la oficina, el señor está esperando su llegada.
— Seredine: bien, abre el camino.
— Lucía: ¡Perfecto! Vamos, respondió de manera alegre.
En la oficina, Mathew se encontraba sentado en su silla de cuero de lobo, sus piernas levantadas pasaban sobre su escritorio, mientras sus dedos sonaban a medida que los tocaba contra la madera.
¡Toc, toc! Se escuchó un sonido en la puerta, Mathew lentamente bajó sus pies del escritorio, se sentó firme y dijo: ¡Adelante!
— Lucia: mi señor, le traigo a la señora Seredine, tal cómo me lo pidió. Se inclinó y apartó de la entrada para darle paso.
Seredine entró dando pasos elegantes, no muy rápido para hacer notar nerviosismo, ni tan lento para no demostrar miedo, un ritmo de confianza casi perfecto, mientras su vestido hacía deslumbrar los ojos del señor Mathew, quién inmediatamente no pudo evitar ponerse de pie al ver a tan hermosa mujer entrar a sus aposentos.
La mente le jugó en contra, pues su mirada quedó completamente iluminada al recorrer el cuerpo de Seredine, desde sus hermosos pies, pasando por sus piernas delgadas en la parte inferior mientras que en sus encantadoras caderas con sólo una mirada su corazón comenzó a latir apresuradamente.
Seredine tenía su cintura fina que hacía lucir aún más sus curvas hasta llegar a sus pechos que eran de un tamaño perfecto, pero ocultos por su vestido de cuello redondo, la mitad de su espalda revelada por su escote, cubierto por una chalina azul con hermosos bordados y piedras brillantes, su peinado era muy elegante, con el cabello recogido y una peineta extravagante que hacía resaltar su cara blanca y sus ojos marrones.
— Seredine: ¿Señor?, ¿Tengo algo malo en mi cara? Habló mientras colocaba una cara para aparentar estar apenada.
— Mathew: No no, no hay nada raro con tu cara, es sólo que, eres la mujer más encantadora que he visto en toda mi vida, tienes unos ojos hermosos que podrían atravesar el corazón de cualquiera que se quede observandolos por algunos segundos.
— Seredine: Oh, gracias, sus palabras en verdad me conmueven. Dijo mientras tomaba un tono más informal y coqueto, al mismo tiempo que hacía muecas y sonreía para captar completamente la atención de Mathew.
— Mathew: cof cof, te entiendo completamente, Lucía puedes retirarte después de preparar el té, yo mismo me encargaré de servirlo, al parecer tendremos muy buenos negocios que atender.
Lucía asintió, mientras se acercó a un rincón donde se encontraban las cosas preparadas anteriormente por las sirvientas, mezcló algunas hierbas en el agua caliente y las dejó sobre la mesa, después de terminar, se dirigió a la puerta y salió lentamente mientras cerraba las puertas.
— Mathew: Ahora que estamos solos, ¿Qué le parece si comenzamos con nuestros negocios.?
— Seredine: no te apresures tanto, la noche es joven, ¿Qué le parece si tenemos alguna conversación interesante mientras tomamos el té?
— Matthew: muy bien, permítame servirle.
Se levantó de su silla, tomó a Seredine por su mano, con su permiso, dijo mientras la acercaba a las dos sillas decorativas y una mesa de té que se encontraban en el rincón a un lado de un gran ventanal.
Se puede sentar aquí mientras me encargo de servir el té.
¡Psshhh! ¡Gulp glup glup! Aquí tienes. Dijo mientras se sentaba lentamente en su silla y se preparaba para servir su té.
— Seredine: gracias. Disculpe, ¿me permite devolver el gesto y servirle a usted su té?
—Mathew: si así desea.
Seredine se paró cerca de Mathew, se inclinó para agarrar la tetera, provocando que no pueda evitar ver su cuerpo encantador y sentir su aroma tan cerca. Su respiración se volvió inestable y su mirada era cómo la de un león al haber atrapado a una gran presa y estar a punto de comer.
Después de comenzar a servir el té, éste se derramó inesperadamente, ¡Oh no! ¡Lo siento! No fue mi intención.
El té se derramó sobre las piernas de Matthew, quien dió un salto con un ¡Aaahh! ¿Qué haces?
— Seredine: Perdóneme señor, no fue mi intención derramar el té, es que estaba un poco nerviosa, es la primera vez que estoy a solas con un hombre que no es mi marido y... Dijo mientras llevaba las manos a su cara, fingiendo estar muy angustiada.
Mathew fue a buscar un pañuelo y se estaba secando sus pantalones. Haaa, suspiró, no importa, es una simple quemadura, todo está bien, vamos, continuemos con lo que estábamos haciendo. Habló con tono amable mientras seguía secando sus pantalones.
En ese momento Seredine se acercó a él tomando un pañuelo y colocándose de cuclillas, déjeme ayudarte con eso.
Mathew se sorprendió inmensamente al verla de esa manera, ella tomó sus pantalones y comenzó a secarlos, su instinto lo traicionó al no poder contenerse más y sus partes se levantaron de manera muy notoria.
— Seredine por su parte siguió en lo suyo fingiendo no haber visto nada. Se levantó y con una sonrisa encantadora le habló, ¡Ya está! Ahora sí podemos beber el té tranquilamente, ¿Cierto?
— Mathew: cof cof, si si, adelante toma asiento.
Los dos se sentaron en sus sillas y comenzaron a entablar una conversación.
— Seredine: ¿Qué linda noche no? Desde aquí se puede ver toda la ciudad y cómo la luna llena la ilumina completamente.
— Mathew: Si, cuando era joven solía venir aquí a la oficina de mi padre sólo para ver la ciudad iluminada por la Luna, lástima que al ser señor de la ciudad y tener tanto trabajo y compromisos que antender, ya casi no tengo tiempo para disfrutar de los paisajes tan simples cómo éste.
— Seredine: Te entiendo completamente, desde que mi esposo es Duque, ya no disfrutamos juntos en ningún momento, para él es más importante su pueblo que incluso su esposa, a veces me siento un poco triste por ser echada a un lado por atender su trabajo.
— Mathew: es una lastima, si usted fuese mi esposa no la dejaría sola ni un sólo día, así esté trabajando, me encargaría de tenerla a mi lado haciéndome compañía.
— Seredine: ¿Verdad? Es lo que siempre le digo, aunque sea mujer, no significa que no pueda ser de ayuda en algunas cosas. Incluso yo misma me puedo encargar de algunos asuntos políticos que no están en su disposición de atender.
— Mathew: en efecto, se puede apreciar que es una mujer muy especial e inteligente, tiene un encanto único, incluso si va a un campo de batalla podría detener la guerra con sólo su presencia.
— Seredine: Ow, me halaga, no creo que eso sea posible, Pero tal vez pueda conquistar un castillo o dos, ¿Verdad? Ha ha ha. Comentó mientras soltaba una risa pícara.
— Mathew: ha ha ha, cómo no creerlo, ¡si ya está a punto de conquistar ésta ciudad! Reía descaradamente mientras respondía.
Mathew se levantó, tomó unas lámparas de incienso y las encendió una a una colocándolas una en la mesa y otra en el escritorio, tenían un olor particular, algo dulce cómo la miel, pero a la vez un aroma floral con notas de canela.
Ésto es un detalle, para disfrutar un poco más de la conversación. Dijo con su mirada llena de malicia mientras se acercaba lentamente.