Una insignificante noche más pudo convertirse en toda una tortura infernal para Houston. Creyó cambia y lograr hacer algo para ser una mejor persona, pero la vida no siempre es justa. En muchos términos, la vida es una total mierda.
Y, a pesar de las tragedias constantes ocurridas en este gran mundo, nada se detiene; solo podemos seguir. El tiempo no para solo porque alguien sufra.
Gotas de lágrimas, causa de su llanto, se desplazaban a través de sus cachetes. Recordaba a Lola con un cigarro en mano. —Debí quedarme con ella—dijo aun llorando. Se puso de cuclillas y volvió a colocar el porro entre sus miserables labios, siendo sostenido con dos de sus dedos.
Apretó con su otra mano el lado izquierdo de su camisa. —Me duele—dijo con la voz cortada. Miró la luna buscando alguna distracción para evitar sentirse tan despreciable.
La luna era la misma; jamás cambiaba. Siglos repletos de tragedias y la luna seguiría siendo la misma de siempre. En un mundo lleno de sufrimiento, lo que a Houston le ocurría solo era una desgracia más de muchas otras.
Dicha noche había sido tan desgarradora para él.
—Merezco todo lo malo que me pase—comentó observando el gran satélite de la tierra. Dejó el cigarro por un momento para expulsar el humo.
No tardaría mucho en volver a meterlo entre sus labios. Pero, antes de que pudiera fumarlo, una gota lo apagó. Tras ello, muchísimas gotas de lluvia cayeron del cielo.
A Houston no pareció importarle que la lluvia había vuelto, sino, al contrario, se quedó viendo su cigarro. Recordó por tercera ocasión a Steve. —Debo de dejar esta mierda—dijo. Lanzó el cigarro a los charcos que se formaban por el agua y se levantó.
Alzó su mirada al cielo. Ese observar se notaba agotado; unos ojos cansados para alguien que sufría. Sus ojos continuaban derramando lágrimas involuntariamente, aunque ya no se sentía tan triste.
Cada incesante goteo en su triste rostro lo sentía, hasta que llegó el punto donde la misma lluvia y sus lágrimas formaron un río de tristeza combinado con paz.
Experimentó un fuerte sentimiento... ¿acaso era tranquilidad?
Sus respiraciones dejaron de ser desesperadas, su llanto se detuvo. Y, lo que Houston no podía ver, era como sus ojos muertos brillaron.
La tragedia de la muerte siempre llegará y no podremos hacer nada para evitarlo. Sin embargo, después de todo ese sufrimiento llega la tranquilidad; incluso para alguien como Houston.
Houston se tranquilizó, dejándose de culpar. Y finalmente suspiró toda su tristeza.
Pero, así como sufrimos y lloramos, también sentimos y probamos. Mientras el líder de la banda sufría, dos de sus amigos eran protagonistas de toda una escena. Ambos invadidos por la lujuria.
Acostados en la cama de su habitación, la número ocho, juntaban sus labios con ardua pasión.
Juxs y Casey, ellos dos eran quienes creían ser amigos, aunque para ese entonces no sabían que sentir.
Aquel simple beso cada vez se descontrolaba para ir más allá. Entonces, Juxs introdujo su mano dentro de la camisa negra y ajustada de Casey. Deslizaba con suavidad sus pequeños dedos y con cada roce se excitaba aún más.
Con su mano, deslizando entre la zona del pecho de Casey, provocó un pequeño gemido en Casey, pues había apretado uno de sus pezones.
Siguieron besándose. Juxs recorrió un camino de besos directo a la oreja de Casey, mordiéndola suavemente. Después pronunció unas palabras que solo aumentaron la vergüenza de Casey —Voy a quitarte la playera—.
Arrodillados en la cama, Juxs alzó la playera para que dejara de estorbar. La levantó con cuidado de no dañarla y, posteriormente, la tiró al suelo sin siquiera pensarlo.
Al ver a su amigo sin playera sintió un cosquilleo extraño en su estómago y solo sonrió. No era una sonrisa ordinaria, ya que estaba al revés. —Me... me gusta cómo te ves—expresó con amor. El cuerpo de Casey era un tanto tonificado. Además, su estómago se notaba un poquito.
Por unos minutos, Juxs olvidó que el tiempo avanzaba ya que se quedó apreciando el cuerpo de Casey. Fue entonces cuando recordó que también debía quitarse la ropa.
A continuación, se quitó el suéter perteneciente a Casey. No sabía porque se lo había puesto, pero... sentía un extraño sentimiento de felicidad al tenerlo. Se quedó con su camisa morada que, de igual forma, se quitó y tiró al suelo.
—¿Me veo mal? —preguntó Juxs algo triste. Al contrario de lo que era el cuerpo de Casey, el de Juxs era frágil, pequeño y delgado. Se marcaban sus costillas de lo delgado que estaba.
Mirando a otro lado por la vergüenza, Juxs esperaba la respuesta de su amigo.
—En lo absoluto, te ves increíble—respondió Casey con una sonrisa amplia. —Tu cuerpo es hermoso, aunque no creo que puedas decir lo mismo del mío—comentó.
—Te equivocas, tu cuerpo es y se ve hermoso y creo que... me empieza a gustar mucho—dijo acercándose a los pezones de Casey. Y, para la sorpresa del mismo, observó como Juxs jugaba con su lengua sus pezones. Al principio solo jugaba o le daba besitos, pero conforme el tiempo avanzaba, la intensidad subía.
Aparte, de manera casi involuntaria y lleno de vergüenza, Casey acarició los suaves cabellos de Juxs. Excitado por las constantes lamidas de Juxs, no pudo aguantarse a tocarla, solo que lo hizo por medio de su cabello y de una forma linda.
La radiante sonrisa de Juxs se pudo notar, provocada por el lindo gesto de su amigo. Sin embargo, seguían prendidos en lujuria. Y Juxs deslizó su lengua desde el centro del pecho hasta abajo, recorriendo cada centímetro de piel. Hubiera seguido si no fuera porque el pantalón de Casey estorbó.
Pero Juxs no se esperó y mordió con suavidad la erección de Casey. E hizo lo mismo que con los pezones, a excepción de los lengüetazos.
Desabrochó el pantalón de Casey. —¿Te gusta? —preguntó. Y Casey solo asintió con la cabeza y mordiéndose el labio inferior. —Así me gusta. Ahora desnúdate y siéntate en el borde la cama para mí—ordenó. Ambos con una erección se acomodaron para su siguiente acto.
Esperó que Casey se quedara desnudo para ponerse de rodillas. Aunque se intimidó al ver como el pene de Casey medía unos 19 centímetros. —Wow—expresó.
Posteriormente, Casey hizo lo que le dijeron. Se sentó en el borde de la cama con las piernas algo cerradas, ya que tenía pena.
No obstante, Juxs no sentía pena. Abrió las piernas de Casey para que, sin previo aviso, lo comenzara a masturbar.
Casey vio esta escena y decidió cerrar los ojos y taparse la boca. Al hacer esto experimentó una pequeña humedad en su pene. Era provocada por Juxs, pues comenzó a lamerlo.
Ambos soltaban pequeños gemidos.
Fue un ciclo constante de chupar y masturbar. Los gemidos de Casey parecían notarse más a pesar de cubrirse la boca. —Me está gustando mucho esto—comentó Casey.
Y con el pene en la boca, Juxs sonrió. Sin embargo, no esperaba sentir las manos de Casey empujar su cabeza con fuerza contra su pene.
Todo el miembro de Casey estaba en la boca y garganta de Juxs. Y no paró allí. Siguió moviendo velozmente la cabeza de Juxs. Pero a Juxs no parecía molestarle, al contrario, lo disfrutaba.
Luego de varios minutos, Casey pareció incrementar la velocidad. Juxs sabía que significaba eso, así que se preparó para recibir la descarga.
Hasta que, con toda su fuerza, Casey metió todo su pene hasta el fondo de la boca de Juxs y eyaculó dentro. Lo sacó al momento de descargarse en Juxs, pero... se puso a llorar—Lo siento—dijo Casey.
—¿¡Estás bien!?—preguntó Juxs sorprendido y limpiándose los labios.
—Es que siento que me pasé
—No, está bien
—¿Seguro?
—Sí—afirmó Juxs—¿Quieres que vayamos a dormir?
—Sí—contestó Casey
—Entonces recuéstate conmigo—dijo Juxs tirándose a la cama sin playera.
Casey volvió a ponerse su ropa interior y su playera negra. Quiso dormir más cómodo. Ya recostados apagaron el foco.
Ya era hora de dormir.
Pasadas algunas horas, casi como a las tres y media de la mañana, un hombre con un parche se encontraba viendo la luna. Y no era de extrañarse, la luna se veía hermosa todos los días.
—Los tres hijos de Aedus: Anthony, Ashley y Pest. Me pregunto si llegaré a su nivel—comentó Igor.
Se sentó en una roca. El lugar donde estaba era una montaña un poco lejos de la ciudad.
—Ni yo ni Aiden hemos sido capaces, ni un poco, de ser como ellos. Además, superar a alguien como Anthony, Ashley y el monstruo bipolar de Pest suena algo imposible para alguien como yo; no por algo son la tercera prueba antes de la pelea con Aedus—suspiró algo decepcionado—Son impresionantes. Pero qué más da. Debo dar todo de mí mañana y tal vez pueda cambiar puesto con Anthony—dijo.
Se levantó aun mirando la luna. —Mañana será otro día—. Era algo equivocado decir eso, ya que el día acabó desde las doce.
Ahora Houston había ido a la cama después de que la lluvía cesara. Juxs y Casey dormían cómodamente. William dormía en el suelo con John en la cama. Y Steve y Max dormían en camas separadas.
El día de mañana, la banda conocería a los amigos de Steve. Puede que desayunen algo antes de ir. Lo que no saben es que Igor ya sabe dónde están, a excepción de Houston.