Después de aguantar lo suficiente para sobrevivir aquel último día del examen, Mitsuki sentía una mezcla de nervios y alivio. Mientras se sentaba junto a Reki, las palabras del joven mago resonaban en su mente.
—Tranquilo, Mitsuki. No necesitamos 20 puntos para pasar —le dijo Reki con una sonrisa tranquilizadora—. Con suerte, estaremos entre los 26 equipos sobrevivientes. Si no, ¡al menos hemos aprendido mucho!
Mitsuki asintió, sintiendo una oleada de alivio. —Es cierto. Al menos hemos ganado experiencia.
En lo más profundo de su ser, sentía la calma de Yuki-onna, como si su nueva conexión le diera fuerza. Su mente divagó por un momento, pero pronto cambiaron de escena.
En la escuela, Akane estaba en un rincón, llorando desconsoladamente. Su miedo a no clasificar la consumía, y sus pensamientos se centraban en Reki, su esperanza. No mencionó a Mitsuki, pues solo lo conocía superficialmente y creía que él no tenía magia.
Al día siguiente, Mitsuki y Reki, ya más tranquilos y descansados, se acercaron a la escuela para ver los resultados del examen. En el camino, se reunieron con Akane, quien los miró con curiosidad.
—¿Qué pasó al final? —preguntó, secándose las lágrimas.
Mitsuki comenzó a relatar todo lo ocurrido, desde la batalla con Yuto hasta el encuentro con Yuki-onna. Akane escuchaba con sorpresa, sus ojos ampliándose ante cada revelación.
Finalmente, llegaron a la tabla de posiciones. Buscaban su nombre ansiosamente, pero no lo encontraban.
—No, no, no... —murmuró Akane, sintiendo cómo su esperanza se desvanecía.
Justo cuando estaba a punto de perder la fe, Mitsuki gritó. —¡Clasificamos!
Akane se dio la vuelta, sus ojos desorbitados. Al mirar de nuevo la tabla, encontró su nombre: estaban en el último puesto, con 5 puntos. En un instante, Mitsuki y Reki se abrazaron de alegría, y una sonrisa de paz se dibujó en el rostro de Akane.
Sin embargo, esa paz fue interrumpida por la llegada de Mika, la hermana de Akane. —¿No te da vergüenza? ¿Cómo puede ser que alguien de nuestro clan clasifique en el último puesto?
Akane se sintió herida, mirando la tabla nuevamente. Vio que Mika había alcanzado el primer lugar junto a Saya y Rina, lo que aumentó su desánimo.
Mika se alejó con una expresión de decepción, y Akane sintió un peso en su pecho. Reki, al ver su tristeza, la abrazó con fuerza.
—No le hagas caso. ¡Lo importante es que clasificaron! —dijo, intentando reconfortarla.
Mitsuki miró a Mika alejarse, sintiendo la frustración que emanaba de ella. Era una emoción que también resonaba dentro de Yuki-onna, quien lo observaba con interés.
—Tal vez no deberíamos dejarnos afectar por eso —dijo Mitsuki, tratando de encontrar una forma de cambiar el ambiente.
Reki asintió, y Akane, aunque todavía dolida, empezó a sonreír nuevamente. —Sí, ¡nos hemos esforzado! Ahora tenemos que prepararnos para lo que viene.
Y así, los tres se encaminaron hacia el futuro, dejando atrás las inseguridades y buscando la forma de avanzar juntos.
La escena cambió abruptamente a un lugar misterioso dentro de la escuela: la oficina del director. Las paredes estaban adornadas con antiguos pergaminos y retratos de magos legendarios. El director, un hombre de porte imponente y mirada seria, contemplaba el atardecer desde la ventana, sumido en sus pensamientos.
De repente, la puerta se abrió con un crujido y un profesor de alto rango, visiblemente agitado, entró en la oficina.
—director —dijo el profesor, con voz tensa—, ha ocurrido algo grave. Un asesinato durante el examen.
El director se volvió de inmediato, su expresión se tornó sombría. —¿Sabes quién podría ser el causante de tal acto? —preguntó, su voz cargada de preocupación.
El profesor tragó saliva antes de pronunciar el nombre, y cuando lo hizo, el director palideció. — Ren Takahashi
El impacto de esas palabras hizo que el director apretara los dientes con fuerza, un destello de ira cruzó su rostro. Golpeó su escritorio con el puño, haciendo temblar algunos de los objetos sobre la superficie.
—¡Maldición! —gritó, la frustración evidente en su voz—. Sabía que este examen traería problemas, pero no tan graves.
El profesor miró al director, inquieto. —¿Qué deberíamos hacer?
El director respiró hondo, tratando de calmarse. —Primero, debemos asegurarnos de que los estudiantes estén a salvo. Necesitamos investigar lo sucedido y actuar rápidamente antes de que el caos se extienda.
El profesor asintió, consciente de la gravedad de la situación. Ambos sabían que el asesinato no solo era un crimen, sino un acto que podría desatar una guerra entre clanes y magos, una situación que la escuela nunca había enfrentado.
Con la mirada fija en el horizonte, el director murmuró para sí mismo. —No puedo permitir que esto se salga de control...
Fin del capítulo 6