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Chapter 8 - La Misión en Shibuya

El tren silbó suavemente mientras Mitsuki, Reki y Akane se acomodaban en sus asientos. La emoción y la ansiedad estaban en el aire, ya que se dirigían a Shibuya, un lugar donde los magos aún no tenían mucha experiencia en enfrentar Yureis.

—¿Están listos para nuestra primera misión? —preguntó Reki, con una sonrisa confiada.

—Listos o no, ¡ahí vamos! —respondió Akane, ajustándose el cabello.

Mitsuki, algo nervioso, decidió hablar con Yuki-onna.

—Oye, Yuki-onna, ¿puedo hacer tantos pactos como quiera? —preguntó.

Yuki-onna rió, su voz resonando en la mente de Mitsuki.

—Dependerá de tu nivel mágico. En este momento, tu poder combinado conmigo es de aproximadamente 2965. De esos, solo 65 son tuyos.

Mitsuki sintió su rostro arder de vergüenza.

—¡¿Sólo 65?! —exclamó, apenado.

—¡Exacto! —respondió Yuki-onna, riendo aún más—. No te emociones tanto, porque solo podrías mantener esta fusión durante unos cinco minutos, como máximo.

—Eso es decepcionante... —murmuró Mitsuki, sintiéndose abrumado—. Debo entrenar más.

Con el sonido del tren disminuyendo, el grupo llegó a la bulliciosa estación de Shibuya. Mientras se adentraban en el área, los ruidos y luces de la ciudad contrastaban con la misión que tenían por delante.

Finalmente, llegaron a la casa del anciano. El lugar tenía un aire de desolación, con muebles viejos y un olor a humedad. El anciano, de aspecto cansado y encorvado, los recibió con una mirada perdida.

—¿Qué desean, jóvenes? —preguntó con una voz rasposa.

Mitsuki se presentó y le preguntó sobre su historia. El anciano comenzó a relatar su vida llena de soledad y abandono. Sus hijos, decía, solo lo recordaban de vez en cuando, enviándole dinero sin preocuparse por él.

—A veces siento que el odio y la tristeza me consumen —confesó el anciano—. No puedo dejar de pensar en ellos, en lo que se supone que debería ser nuestra familia.

Los protagonistas sintieron un profundo dolor al escuchar su historia. Mitsuki, conmovido, intentó consolarlo.

—No es su culpa. A veces, las personas no saben cómo actuar. Pero hay esperanza.

Pero en ese momento, el ambiente cambió. Un aire gélido invadió la habitación. El anciano comenzó a convulsionar y, en un instante, su apariencia se transformó en un horrendo Yurei. Su voz se volvió tétrica y resonante.

—¡Hijos! —gritó, mientras lágrimas venenosas caían de sus ojos—. ¡Venid a mí!

El Yurei, alimentado por el dolor del anciano, emanaba un aura siniestra. Mitsuki, sintiéndose heroico, se preparó para atacar.

—Voy a usar mi magia de sombras. ¡Esto terminará pronto! —anunció, pero al intentar invocar su poder, sintió un vacío. La magia no fluyó.

—¡Mitsuki! —gritaron Reki y Akane al verlo caer al suelo, exhausto y sin poder.

Yuki-onna, divertida, se asomó en su mente.

—Te lo advertí, ¿no? ¡No abuses de la magia!

Mitsuki miró a sus amigos, con los ojos llenos de determinación, a pesar de su fracaso.

—¡Lo intentaré de nuevo! —dijo, decidido a no rendirse.

Reki y Akane intercambiaron miradas, listos para respaldarlo en la batalla que estaba por comenzar.

El desafío apenas comenzaba, y Mitsuki sabía que necesitaba encontrar la fuerza dentro de él para enfrentarlo.

Mitsuki, todavía en el suelo, sintió una oleada de determinación. No podía permitir que su fracaso los arrastrara a todos.

—¡No puedo seguir así! —exclamó, levantándose con esfuerzo—. No puedo usar mi magia, pero puedo ayudar.

Reki asintió, viéndolo más decidido.

—¡Exacto! Solo necesitas apoyarnos. No tienes que hacer todo tú solo.

Akane, que estaba observando la transformación del anciano, se acercó.

—Mitsuki, enfócate en lo que podemos hacer juntos. Cada uno tiene un papel que cumplir.

El Yurei continuaba manifestándose, su forma horrible llenando la habitación con un aura opresiva. Mitsuki sintió que el miedo intentaba consumirlo, pero se recordó a sí mismo y a sus amigos.

—Está bien. Les ayudaré a concentrarse en el exorcismo. Solo díganme qué hacer.

Reki y Akane se miraron, aliviados de que Mitsuki aún estuviera de pie.

—¡Perfecto! —dijo Reki—. Necesitamos crear una distracción mientras Akane y yo lanzamos nuestros hechizos.

—De acuerdo. ¿Cómo puedo ayudar? —preguntó Mitsuki, sintiendo su corazón latir con fuerza.

Akane sonrió, comprendiendo el valor de Mitsuki.

—Usa tu magia de sombras para crear un campo de oscuridad. Confundirás al Yurei y nos darás tiempo.

Mitsuki respiró hondo y cerró los ojos, tratando de concentrarse. A pesar de su agotamiento, comenzó a reunir las sombras que lo rodeaban, sintiendo su esencia fluir a su alrededor. Yuki-onna lo animó en su mente.

—Vamos, Mitsuki. ¡Tú puedes hacerlo!

Con un movimiento decidido, Mitsuki extendió su mano y las sombras comenzaron a danzar, envolviendo al Yurei en una neblina oscura. El monstruo se detuvo, confundido por la repentina oscuridad.

—¡Ahora! —gritó Reki.

Akane, junto a Reki, comenzaron a lanzar sus hechizos. El fuego de Reki brilló intensamente mientras un torrente de energía mágica brotaba de Akane, creando una combinación devastadora.

—¡Fuego de purificación! —gritó Reki, disparando una bola de fuego hacia el Yurei.

El Yurei, atrapado en la oscuridad y sin poder moverse, se retorcía en un intento desesperado de liberarse. Las llamas y la luz comenzaron a rodearlo, y Mitsuki sintió que su corazón se aceleraba.

—¡Lo estamos logrando! —gritó, sintiendo el poder de sus amigos a su lado.

Yuki-onna, ahora más tranquila, se unió a la energía.

—Con nuestra fuerza combinada, ¡podremos purificarlo!

Con el Yurei debilitado y atrapado en la oscuridad, Reki y Akane lanzaron sus ataques finales, creando una explosión de luz y fuego.

El grito del Yurei se desvaneció mientras la luz envolvía al anciano, purificando su alma atormentada. Mitsuki, Reki y Akane sintieron una oleada de alivio y triunfo.

Cuando la luz se disipó, el anciano volvió a su forma normal, mirando a los jóvenes con agradecimiento y lágrimas en los ojos.

—Gracias... gracias por liberarme —susurró.

Mitsuki sonrió, sintiéndose finalmente parte de algo más grande que él mismo.

—Lo hicimos juntos.

El grupo se miró con orgullo, habiendo superado el desafío, no solo como magos, sino como amigos.

Fin del capitulo 8