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Chapter 3 - Capítulo 3: Un Comienzo Inesperado

Cuando mi visión se aclaró, lo primero que sentí fue un tirón en mi cuerpo, como si hubiera sido arrastrado desde un lugar distante y lanzado a la nada. Cuando finalmente me dí cuenta de dónde estaba, me encontré haciendo poses extrañas.

—¡Ni siquiera pude elegir mi nombre! —grité al aire, indignado.

Miré mis manos y me inspeccioné rápidamente. ¿Seguiría siendo yo? Aunque no podía verme por completo, algo me decía que no había cambiado mucho. Eso me alivió un poco, pero el pensamiento de aparecer como alguien horrible cruzó mi mente.

—Si aparezco como alguien feo… —dije, sonriendo de manera siniestra—. Voy a quemar este casco y disfrutaré la escena mientras tomo una taza de café.

Por alguna razón, esas palabras me hicieron reír internamente. Pero entonces, de repente, me dí cuenta de que ya no estaba flotando en la oscuridad ni hablando conmigo mismo. Me detuve en seco y miré a mi alrededor.

—¿Qué…?

Mi voz apenas salió en un susurro mientras observaba el mundo que me rodeaba. Una amplia pradera verde se extendía hasta el horizonte. La hierba ondeaba suavemente con la brisa, como un océano de esmeraldas danzando bajo el sol. Podía sentir el calor del sol en mi piel, el olor fresco de la hierba recién cortada llenaba mis pulmones. El viento me susurraba al oído, y el sonido de aves cantando en la distancia creaba una sinfonía tranquila.

Esto no puede ser un juego. No podía. Todo era demasiado real.

Comencé a sudar mientras miraba a mi alrededor. La perfección del paisaje, los detalles tan minuciosos, la intensidad de las sensaciones… No había una diferencia tangible entre esto y el mundo real.

—Esto no puede ser posible, —susurré.

Mi mente corría tratando de procesar lo que estaba experimentando. Había jugado juegos antes, pero esto… era algo más allá. Nada me había preparado para una experiencia tan inmersiva.

Suspiré con resignación y sacudí la cabeza. Aún no había tiempo para disfrutar del paisaje. Tenía que averiguar cómo funcionaba todo. Volví a concentrarme, tratando de centrarme en lo que debía hacer a continuación.

En la esquina superior izquierda de mi campo de visión, dos pequeños iconos flotaban discretamente. Uno parecía un engranaje, probablemente las configuraciones del juego, y el otro era un pequeño muñeco, lo que debía ser un menú para mostrar mis habilidades y estadísticas. Al menos tenía algo de interfaz con la que trabajar. Pero antes de que pudiera averiguar cómo acceder a esos menús, algo inesperado sucedió.

Todo mi campo de visión se oscureció repentinamente, y un gran mensaje llenó mi vista:

"Has muerto"

—¿Qué? —fue todo lo que logré decir antes de que el mundo se volviera negro por completo.

Sentí una presión en el pecho. Mi corazón latía con fuerza mientras intentaba procesar lo que acababa de ocurrir. Apenas habían pasado unos 40 segundos desde que había llegado aquí, y ya estaba muerto. Pero lo peor de todo era que ni siquiera sabía cómo había muerto.

Frustrado, traté de moverme, pero no podía. Lo único que veía ahora era una cuenta regresiva que apareció frente a mí: diez minutos. Eso era lo que tenía que esperar antes de poder reaparecer.

"¿Qué demonios acaba de pasar?", pensé, tratando de comprender. ¿Cómo podía haber muerto tan rápido? Mi mente se llenó de teorías, aunque la más obvia era que había aparecido en el territorio de alguna criatura poderosa. Quizás un rey demonio, o algo igual de cliché, como en esos juegos y películas donde siempre hay alguna fuerza imparable esperando a los jugadores desprevenidos.

—Sí, tiene sentido, —murmuré para mí mismo—. Debió haber sido un súper asesino, o un monstruo de alto nivel. Algo capaz de matarte sin que te des cuenta. No sería raro en un juego como este…

Aún sumido en mis pensamientos, comencé a revisar el menú que decía "Información sobre la muerte". Tal vez ahí encontraría pistas de lo que me había matado.

Lo que leí me dejó completamente desconcertado.

Asesino: Hormiga roja.

Pestañeé un par de veces, sin entender. ¿Hormiga roja? ¿En serio?

El calor de la vergüenza comenzó a subir a mi rostro. El enojo me invadió. Una pequeña hormiga, apenas un insecto insignificante, me había matado sin que siquiera me diera cuenta. Sentí cómo la indignación crecía dentro de mí, como un fuego incontrolable.

—¡Una hormiga roja! —grité, apretando los puños con furia—. ¡Voy a extinguirlas! ¡Voy a erradicar a cada maldita hormiga roja que exista en este juego!

Mi grito resonó en la oscuridad que aún me rodeaba mientras la cuenta regresiva continuaba, cada segundo era una eternidad. Mis nervios estaban a flor de piel, pero una cosa era segura: la guerra contra las hormigas había comenzado.