En la mañana, justo cuando el primer rayo de sol comenzaba a iluminar el reino, Victor, todavía con su halo brillante, disfrutaba de los últimos momentos con su familia. La paz que había sentido durante el día anterior seguía presente en el aire, pero esa tranquilidad se rompió abruptamente cuando, en la distancia, una multitud de mujeres comenzó a acercarse al reino.
Las voces de varias mujeres, mezcladas con un tono de irritación y molestia, se podían escuchar a lo lejos. Al principio, Luci y las demás no sabían qué pensar, pero pronto quedó claro que todas estas mujeres venían buscando a una sola persona: Victor.
—¡Victor! —gritó una de las mujeres con fuerza desde la entrada del reino—. ¿¡Dónde estás!? ¡Tenemos que hablar contigo!
Victor, al escuchar su nombre, dejó escapar un largo suspiro y se llevó una mano a la frente. Sus esposas lo miraron con una mezcla de confusión y curiosidad. Luci levantó una ceja, claramente intrigada, mientras Bianca cruzaba los brazos, observando la escena con una sonrisa apenas disimulada.
—¿Tienes algo que explicarnos, Victor? —preguntó Karen, aunque su tono era más juguetón que serio.
Victor soltó una pequeña risa incómoda mientras se rascaba la nuca.
—Eh... creo que esto es algo que no esperaba —respondió, sin quitar la mirada de la multitud que se acercaba.
Una de las mujeres, que parecía ser la líder del grupo, avanzó con determinación hacia la puerta del reino, y detrás de ella, muchas otras seguían, todas con una expresión similar de exasperación.
—¡Victor! —volvió a gritar—. ¡Sabemos que estás aquí! ¿Crees que puedes simplemente desaparecer y volver sin dar ninguna explicación?
Victor giró la cabeza hacia sus esposas, que ya lo observaban con escepticismo, y luego volvió la vista hacia la multitud que se acercaba más.
—Parece que hay algo que debo aclarar —dijo con una pequeña sonrisa.
María soltó una pequeña carcajada.
—Supongo que esto va a ser interesante —dijo, mientras el resto de las esposas intercambiaban miradas, preparándose para lo que parecía ser una conversación complicada.
Victor se levantó, todavía con su halo brillando sobre su cabeza, y comenzó a caminar hacia la entrada del reino. No había forma de evitar lo que se avecinaba, y aunque sabía que la mañana no sería tan pacífica como había imaginado, estaba listo para enfrentar lo que viniera.
Victor, aún con su halo brillante, se encontraba en una situación inesperada. Natalia, una mujer que parecía liderar la multitud, se adelantó, seguida por un grupo de mujeres de distintas razas y especies, todas con una expresión que oscilaba entre la irritación y la frustración. Lo que complicaba más la situación era que junto a algunas de estas mujeres, había niños de entre 5 y 6 años que también miraban hacia Victor con curiosidad, aunque sin comprender del todo la escena.
—¡Victor! —dijo Natalia, con los brazos cruzados y una mirada acusadora—. No puedes simplemente irte y regresar como si nada. ¡Nos dejaste con todo este... caos! —su voz temblaba ligeramente, tratando de mantener la compostura.
Victor, incómodo, se rascó la cabeza, sintiendo el peso de todas esas miradas sobre él. Las mujeres se acercaban con preguntas y exigencias, y los niños, muchos de ellos con rasgos que claramente sugerían una herencia relacionada con él, lo observaban con atención.
—Esto... no es lo que parece —trató de explicar, su tono vacilante.
Luci, Karen, María y Bianca, observaban la situación desde atrás, cada una con expresiones que variaban entre la sorpresa, la incredulidad y un poco de celos. No estaban seguras de cómo interpretar todo lo que estaba ocurriendo.
—¿Y entonces qué es? —preguntó Natalia, señalando a los niños—. Porque todo apunta a que es tu responsabilidad. ¡Y todos estos niños lo demuestran!
Victor suspiró profundamente, intentando encontrar las palabras adecuadas. Lo que Natalia y las demás no sabían era que todo lo que había ocurrido no era exactamente culpa suya, sino del malvado Victor, su contraparte oscura, que había causado ese caos. Pero intentar explicar eso no sería sencillo.
—Escuchen... —comenzó Victor, mirando a la multitud—. Sé que esto parece... una gran confusión, y lo es. Pero lo que ustedes no saben es que no fui yo quien hizo todo esto. Fue... mi versión oscura. Evil Victor.
Las mujeres intercambiaron miradas confundidas, claramente sin entender del todo la explicación.
—¿Evil Victor? —repitió Natalia, frunciendo el ceño—. ¿Ahora nos vienes con excusas?
—Es complicado —continuó Victor, levantando las manos en señal de calma—. Evil Victor causó todo esto mientras yo estaba fuera. Lo siento, de verdad lo siento, pero no era yo quien estaba detrás de todo lo que pasó.
Una de las mujeres, que había permanecido en silencio hasta ahora, habló con voz temblorosa mientras sostenía a un niño pequeño.
—Entonces... ¿qué hacemos ahora? Estos niños tienen tu sangre. ¿Qué vamos a decirles?
Victor se detuvo un momento, mirando a los pequeños. Era un peso que no esperaba cargar al regresar del cielo, y aunque no fuera directamente su culpa, sentía la responsabilidad de alguna manera. Los niños lo miraban con ojos grandes, llenos de inocencia, sin comprender el caos que los rodeaba.
—Voy a hacerme responsable de todo —dijo finalmente Victor, con la voz firme—. No puedo cambiar lo que pasó, pero puedo asegurarme de que estos niños tengan lo que necesitan. No los voy a abandonar.
Natalia, aún algo molesta, asintió lentamente, aunque era evidente que la situación no se resolvería tan fácilmente.
—Eso es lo mínimo que puedes hacer —murmuró, antes de volver su atención a las otras mujeres, que también esperaban una respuesta clara.
Victor, sintiendo el peso de la responsabilidad, se volvió hacia sus esposas. Sabía que la conversación no había terminado, pero al menos había dado el primer paso para intentar enmendar el caos que Evil Victor había dejado atrás.
Victor, sintiendo el peso de la situación, se acercó a Bianca con una expresión de cansancio mezclada con resignación. Sabía que la multitud de mujeres y niños no iba a desaparecer pronto y, aunque el caos no era del todo su culpa, tenía que enfrentar las consecuencias.
—Bianca, amor —dijo suavemente, tratando de mantener la calma mientras las mujeres seguían murmurando entre ellas—. Voy a necesitar tu ayuda... más de lo que pensé.
Bianca, que había estado observando la escena desde un poco más atrás, levantó una ceja, anticipando la petición.
—¿Qué es lo que necesitas exactamente, Victor? —preguntó, cruzando los brazos, claramente con curiosidad pero también lista para ayudar.
Victor suspiró y señaló discretamente hacia las mujeres y los niños.
—Creo que estas personas se van a quedar por un buen tiempo... no solo por la confusión con los niños, sino porque me van a estar jodiendo a cada rato. ¿Crees que puedas construirles algunas casas, o algo temporal por ahora? Algo que les dé un lugar para estar mientras vemos cómo resolver esto.
Bianca se quedó en silencio por un momento, evaluando la situación. Aunque no estaba precisamente feliz con la idea de tener que construir casas para quienes en parte habían sido víctimas del caos que Evil Victor desató, sabía que ayudar a mantener la paz era lo mejor.
—Está bien, lo haré —respondió finalmente, con una mezcla de determinación y resignación—. No va a ser fácil ni rápido, pero puedo empezar a construir algunas casas simples. Solo espero que no sigan llegando más.
Victor esbozó una sonrisa agradecida, acercándose a ella.
—Gracias, Bianca. Sé que no es justo, pero realmente te lo agradezco. Esto va a ser un dolor de cabeza largo... —bromeó con una sonrisa cansada.
Bianca negó con la cabeza, pero una leve sonrisa también apareció en su rostro.
—Siempre hay algo contigo, Victor —dijo, dándole un ligero empujón en el hombro—. Pero no te preocupes, me encargaré de esto. Aunque más vale que te prepares para explicarles a todas estas mujeres lo de Evil Victor con más detalle. No será fácil convencerlas.
Victor asintió, aún rascándose la cabeza, pero ahora un poco más aliviado. Sabía que tendría que enfrentar las conversaciones difíciles, pero con Bianca de su lado, al menos tenía un plan.
Natalia, aún con enojo evidente en su rostro, no perdió tiempo y agarró el cabello de Victor con fuerza, obligándolo a agachar un poco la cabeza.
—¡Tú no te vas a escapar tan fácilmente de esta, Victor! —exclamó, apretando los dientes mientras lo mantenía firmemente sujeto—. ¿Crees que con solo pedirle a Bianca que nos construya casas vas a resolverlo todo? ¡Nos dejaste con hijos que apenas conocemos, y encima de todo esto, ni siquiera fuiste tú, sino tu maldito alter ego, Evil Victor!
Victor, incómodo y sin poder soltarse de su agarre, suspiró con resignación. Sabía que intentar defenderse solo empeoraría la situación. Sentía el calor en su rostro por la presión, pero trató de calmarse antes de hablar.
—Natalia, te entiendo. Tienes todo el derecho de estar enojada, y sé que no parece justo —empezó, con la voz lo más suave posible, aunque el tirón de su cabello le dificultaba concentrarse—. Pero te prometo que no estoy intentando lavarme las manos de lo que pasó. Sé que no fui yo exactamente, pero eso no cambia lo que sufrieron ustedes ni los niños.
Natalia lo soltó finalmente, aunque aún mirándolo con furia en sus ojos.
—Más te vale que lo arregles, Victor. Porque no voy a quedarme de brazos cruzados mientras nuestros hijos crecen sin una explicación clara. Quiero respuestas, y quiero ver un cambio real.
Victor asintió, masajeando su cuero cabelludo donde Natalia había apretado con tanta fuerza.
—Lo haré —respondió con sinceridad—. Me ocuparé de todo esto. No soy alguien que se esconde cuando las cosas se complican, y aunque Evil Victor fue el causante, es mi responsabilidad poner las cosas en orden.
Bianca observaba la situación de lejos, ya pensando en las casas que tendría que construir, mientras Natalia se mantenía a una distancia prudente, cruzando los brazos pero con los ojos aún llenos de frustración. Victor sabía que el camino para reparar los daños sería largo, pero no podía evitar una pequeña sonrisa irónica: aunque estaba muerto, parecía que los problemas nunca terminaban para él.
Victor, visiblemente frustrado por la creciente confusión y el caos que había provocado Evil Victor, decidió que era momento de aclarar las cosas de una vez por todas. Usando su ingenio, creó un gran pizarrón en medio del salón, atrayendo la atención de todos los presentes. Las mujeres, sus hijos y los demás habitantes del reino se quedaron en silencio, observándolo con curiosidad y expectativa.
Con un gesto serio pero decidido, Victor tomó una tiza y comenzó a dibujar esquemas en el pizarrón.
—Bien, escuchen todos —comenzó, con una mezcla de exasperación y paciencia—. Es evidente que esto ha salido completamente de control. Así que voy a explicar cómo funciona mi genética, y por qué muchos de estos problemas no son exactamente culpa mía, aunque, como ya dije, estoy dispuesto a asumir la responsabilidad.
Empezó a trazar una línea de tiempo que representaba su vida y las interferencias de Evil Victor.
—Primero que todo, lo que muchos de ustedes no saben es que Evil Victor, la versión maligna de mí mismo, compartía mi código genético —explicó, dibujando una bifurcación que representaba los dos lados de su personalidad—. Cuando Evil Victor se manifestó, utilizó este mismo código genético para crear caos, incluyendo... —hizo una pausa incómoda, mientras señalaba las figuras que representaban a los niños que ahora estaban presentes— ...ciertas circunstancias que resultaron en estos embarazos.
El murmullo de incredulidad y confusión se extendió entre las mujeres, pero Victor continuó.
—Esto significa que, aunque no fui yo quien conscientemente provocó estas situaciones, nuestros hijos comparten mi genética. Sin embargo, la forma en que ocurrieron las cosas estuvo fuera de mi control, debido a la influencia de Evil Victor.
Victor entonces dibujó una estructura que mostraba los rasgos genéticos dominantes y recesivos, junto con una explicación sobre cómo la "anomalía" que era Evil Victor alteraba ciertos procesos en su biología.
—En resumen —dijo mientras señalaba la pizarra—, aunque estos niños son míos en términos biológicos, la razón por la que sucedió de esta manera es porque Evil Victor manipuló mi genética para actuar de manera impredecible.
El silencio en la sala era palpable. Natalia, quien había estado más furiosa que las demás, cruzó los brazos y suspiró con frustración, pero parecía estar procesando la explicación.
—Entonces, ¿qué hacemos con todo esto? —preguntó alguien del grupo, rompiendo el silencio.
Victor limpió el pizarrón y dejó la tiza a un lado.
—Lo primero es aceptar que estos niños son parte de nuestra familia, nos guste o no. Y segundo, trabajaré para enmendar los daños que Evil Victor ha causado. Pero también necesito que entiendan que no tengo control absoluto sobre lo que sucedió en el pasado. Sin embargo, estoy aquí ahora y haré todo lo que esté a mi alcance para ayudar a cada uno de ustedes.
Mientras terminaba su explicación, Victor observó las expresiones de los presentes. Sabía que no sería fácil resolver la situación, pero al menos había dado el primer paso para enfrentar el problema de manera directa y honesta.
Victor tomó aire profundamente, consciente de que la explicación aún no estaba completa. Sabía que las respuestas que había dado hasta ese momento no eran suficientes para calmar a todos. Así que decidió compartir algo más, algo que sus padres le habían explicado mientras estaba en el cielo.
—Antes de que sigamos —continuó, volviendo a tomar la tiza—, necesito que entiendan algo importante sobre mi genética, algo que incluso yo desconocía hasta que hablé con mis padres en el cielo.
Con cuidado, comenzó a dibujar un esquema más complejo en el pizarrón, detallando lo que parecía ser una cadena de ADN. A medida que explicaba, todos observaban con atención.
—Mi especie, los Yadaratman, tiene un código genético predominante —explicó—. No importa con quién me cruce, ya sea una persona de otra raza o especie, mi genética siempre será dominante en el proceso de reproducción. Es decir, aunque los niños puedan tener algunos rasgos de sus madres, la mayoría de ellos serán Yadaratman puros, debido a mi genética.
La sala se mantuvo en silencio mientras él continuaba.
—Lo que mis padres me explicaron es que el código genético de los Yadaratman es extremadamente fuerte. Incluso si la madre pertenece a una especie completamente diferente, los hijos nacen con los rasgos predominantes de un Yadaratman. En otras palabras, su estructura genética es principalmente la mía, aunque tengan características superficiales de su madre.
Natalia, que aún estaba molesta, frunció el ceño, intentando procesar lo que Victor decía.
—¿Entonces, todos estos niños... —comenzó a decir, mientras señalaba a los pequeños que estaban junto a sus madres— ...son Yadaratman puros?
Victor asintió.
—Exactamente. Aunque cada uno de ellos puede parecerse un poco a su madre, en su esencia genética, son Yadaratman. Esa es la razón por la que mi genética es tan pura y dominante. No importa cuántas especies o razas estén involucradas en la mezcla, el resultado siempre será un Yadaratman. Y eso incluye tanto su fortaleza como sus habilidades innatas.
Victor hizo una pausa, dejando que las palabras calaran en la mente de quienes lo rodeaban. Las madres empezaron a asimilar la información, algunas aún molestas, otras más tranquilas, pero todas intentando entender la magnitud de lo que Victor les estaba revelando.
—Esto no es algo que pueda cambiar o controlar —dijo con una sonrisa cansada, rascándose la cabeza—. Es simplemente cómo funciona mi especie. Así que, aunque entiendo que esta situación no sea la ideal para todos, al menos ahora sabemos por qué las cosas son como son.
Al terminar, Victor guardó la tiza y se quedó mirando a las madres, esperando alguna reacción. Sabía que había sido un golpe duro para todos, pero al menos la verdad estaba sobre la mesa.
Natalia, aún con el ceño fruncido y los brazos cruzados, miró a Victor con desconfianza. Aunque la explicación sobre la genética tenía sentido, no era suficiente para ella.
—Todo eso suena muy bien, Victor, pero las palabras no bastan. Necesito pruebas —dijo, con una mezcla de firmeza y frustración—. No me basta con que me expliques sobre tu genética dominante. Quiero algo tangible que lo demuestre, algo que deje claro que todos esos niños realmente son tuyos.
Victor suspiró profundamente, comprendiendo que no sería fácil salir de esta situación. Se rascó la cabeza incómodo, pero sabía que debía dar una respuesta clara.
—¿Qué tipo de prueba necesitas, Natalia? —preguntó, tratando de mantener la calma ante su insistencia.
—Un análisis genético completo. Ya sea usando un pelo tuyo o... —dudó un segundo antes de continuar— ...tu esperma. Lo que sea necesario para demostrarlo. Si realmente todos estos niños son Yadaratman puros, como dices, entonces debería poder comprobarse.
Victor se quedó en silencio por un momento, reflexionando sobre la petición. Sabía que no había escapatoria, y que, aunque era algo incómodo, debía hacerlo para poner fin a todas las dudas.
—Está bien, Natalia —dijo finalmente, asintiendo—. Si eso es lo que necesitas para estar tranquila, entonces haremos un análisis genético. Te daré una muestra de lo que necesites para que puedas comprobarlo.
Natalia alzó una ceja, sorprendida de que Victor aceptara tan fácilmente.
—No quiero dejar dudas. Así que nos pondremos en contacto con los mejores genetistas del reino —continuó Victor—. Si eso prueba que todos estos niños son míos, entonces no habrá más preguntas.
Las otras madres, que habían estado observando la conversación, intercambiaron miradas. Algunas aún parecían recelosas, pero la mayoría parecía dispuesta a aceptar el proceso.
—Espero que no estés mintiendo, Victor —dijo Natalia, dejando caer finalmente su actitud más agresiva, aunque sin perder del todo la dureza en su mirada—. Porque si esto no sale como dices, vamos a tener problemas.
Victor asintió de nuevo, decidido a cerrar este capítulo de una vez por todas. Sabía que el resultado confirmaría lo que había dicho, y aunque el proceso sería incómodo, estaba dispuesto a enfrentarlo para traer algo de paz a la situación.
Victor, aunque normalmente seguro de sí mismo, no pudo evitar sentirse un poco incómodo con la idea del análisis de esperma. Su rostro enrojeció ligeramente, y una sonrisa nerviosa apareció en sus labios. No era el tipo de examen al que estaba acostumbrado, especialmente considerando que nunca había tenido problemas de salud ni había necesitado ningún tipo de prueba médica a lo largo de su vida. Su constitución como Yadaratman lo había mantenido siempre sano y fuerte, y nunca había tenido que preocuparse por algo tan personal.
—Esto es... bueno, algo nuevo para mí —admitió, pasándose una mano por el cabello, aún nervioso, pero tratando de mantener la compostura.
Natalia notó el cambio en su actitud y, aunque seguía molesta, no pudo evitar soltar una risa sarcástica al ver a Victor, normalmente tan confiado, sonrojarse por algo tan común.
—¿Qué pasa, Victor? —dijo ella, burlona—. ¿Acaso nunca has tenido que hacerte una prueba antes?
—No... —respondió él, un tanto avergonzado—. Siempre he estado bien, nunca tuve la necesidad de hacerme ningún examen. Esto... es algo nuevo para mí.
—Bueno, siempre hay una primera vez —dijo Natalia, su tono ligeramente más suave ahora, aunque aún firme en su exigencia.
Victor suspiró profundamente, sintiendo que el peso de la situación caía sobre él. Aunque el proceso le incomodaba, sabía que debía hacerlo si quería terminar con esta incertidumbre y tensión.
—Está bien, haremos lo que se tiene que hacer —dijo finalmente, su voz más firme, pero aún con un toque de nerviosismo—. Vamos a resolver esto de una vez.
El pequeño grupo de mujeres, aunque algunas aún se mostraban escépticas, parecían satisfechas con la decisión. Sabían que, al menos con esta prueba, tendrían una respuesta definitiva.
—Bueno, entonces, cuanto antes lo hagamos, mejor —dijo una de las mujeres, asintiendo—. Así que, Victor, prepárate.
Victor rió ligeramente, tratando de descomprimir el ambiente con su típica actitud optimista, aunque el sonrojo en su rostro seguía presente.
—Sí, sí, lo haré... aunque admito que esto es lo más raro que me ha pasado en mucho tiempo —dijo, aún con una sonrisa nerviosa.
A pesar de la incomodidad, Victor sabía que este paso era necesario. Con el tiempo, el proceso traería respuestas, y, con suerte, algo de paz entre todos.
Evil Victor se encontraba en un ambiente lujoso, lejos de las tensiones que su contraparte estaba enfrentando. La habitación estaba iluminada suavemente, decorada con elegancia, reflejando el poder que poseía en este mundo alternativo. A su lado, Victoria, su esposa, sostenía con ternura a su recién nacido, un pequeño que heredaba rasgos de ambos padres, con una mezcla de la oscuridad de su padre y la belleza de su madre.
—Mira lo que hemos creado —dijo Victoria, con una voz suave, mientras acariciaba la cabeza del bebé—. Es perfecto, ¿no crees?
Evil Victor observaba al niño con una expresión que variaba entre el orgullo y una oscura satisfacción. Sabía que, a pesar de la naturaleza de su progenie, había un potencial inmenso en ese pequeño.
—Sí, es… interesante —respondió él, su tono cargado de una mezcla de afecto y ambición. Se inclinó para mirar más de cerca al bebé—. Pero no olvides que su educación debe ser… especial.
Victoria alzó una ceja, sintiendo el peso de sus palabras. —¿Te refieres a entrenarlo? ¿Desde tan pequeño?
—Por supuesto —replicó Evil Victor con una sonrisa maliciosa—. El mundo no es amable, y necesita aprender a defenderse. Es hijo de Victor, después de todo, y eso trae ciertas expectativas.
Victoria, aunque intrigada, sintió una pequeña punzada de preocupación. —¿No crees que deberíamos dejar que sea un niño por ahora? Hay tiempo para eso.
Evil Victor se cruzó de brazos, mostrando un semblante serio. —El tiempo es un lujo que no podemos permitirnos. La lucha por el poder nunca termina. Y si nuestro hijo puede adquirir habilidades desde temprano, estará preparado para enfrentar cualquier obstáculo que se interponga en su camino.
Mientras tanto, la tensión entre ellos comenzaba a crecer. Victoria, sintiendo que su esposo estaba dejando de lado lo que realmente importaba, trató de calmarlo. —Amor, no todo en la vida se trata de poder. Este niño necesita amor y seguridad, no solo entrenamiento.
Evil Victor la miró, y aunque había amor en sus ojos, también había una chispa de desafío. —El amor no lo mantendrá a salvo en este mundo. Solo la fuerza lo hará. Debemos asegurarnos de que esté listo para lo que venga.
—Pero no podemos olvidarnos de que es un niño —insistió Victoria—. Debe experimentar la vida, la alegría, la diversión. No solo ser una herramienta de poder.
Evil Victor suspiró, y tras un momento de silencio, asintió levemente. —Está bien, tendrá su infancia… por ahora. Pero también comenzaremos a enseñarle lo que es realmente importante.
Victoria sonrió, sintiendo que había logrado un pequeño avance. Pero en el fondo, sabía que su esposo estaba profundamente marcado por su pasado y que la lucha por el poder siempre lo consumiría.
Mientras miraban a su bebé, una sombra de duda pasó por la mente de Victoria. Se preguntaba si realmente podrían darle al niño la vida que merecía, o si su destino ya estaba sellado desde el momento de su concepción. Sin embargo, en ese momento, todo lo que podía hacer era disfrutar de su familia, al menos por ahora.
Fin.