Victor dio un profundo suspiro, su pecho se llenaba de una mezcla de alivio y emoción contenida. Mientras avanzaba por el reino celestial junto al arcángel Miguel, algo llamó su atención. A lo lejos, entre la luz divina y los paisajes celestiales, divisó dos figuras familiares. El tiempo pareció detenerse mientras sus ojos se llenaban de una calidez desconocida, algo que no había sentido en siglos. Allí, de pie, estaban sus padres.
Su madre, con una sonrisa llena de ternura, le extendía la mano, como si lo estuviera esperando desde hacía mucho. Su padre, firme pero con una expresión de orgullo que hacía años no veía, lo miraba con los ojos llenos de sabiduría y amor.
Por un momento, Victor dejó de lado el guerrero indomable, el ser que había recorrido los confines del universo buscando poder y desafíos. En ese instante, todo lo que era se desmoronó, revelando al hijo, al hombre que durante tanto tiempo había anhelado este reencuentro.
Una sonrisa suave se dibujó en su rostro, y sin pensarlo dos veces, caminó hacia ellos. Cada paso que daba hacia su familia se sentía ligero, como si todo el peso de sus batallas y sufrimientos se desvaneciera. Al llegar frente a sus padres, las palabras no fueron necesarias. El abrazo de su madre lo envolvió con una calidez indescriptible, mientras su padre apoyaba una mano firme en su hombro.
"Te hemos estado observando todo este tiempo", dijo su padre, su voz resonando con una profunda paz. "Sabemos lo que has hecho, las decisiones que tomaste, y estamos orgullosos de lo que te has convertido."
Victor, por primera vez en mucho tiempo, no sintió la necesidad de ser el más fuerte, de demostrar nada. Solo dejó que el momento lo envolviera, sabiendo que aunque su camino había sido largo y difícil, en el cielo, en este rincón de la eternidad, había encontrado algo mucho más poderoso: el amor de su familia.
El arcángel Miguel, viendo la escena desde la distancia, bajó la cabeza con respeto. Este no era un momento de entrenamiento ni de lucha. Era un instante de paz, un momento para que Victor recordara que, incluso en la muerte, los lazos que formamos con aquellos que amamos son eternos.
Manuel miró a su hijo con una seriedad que contrastaba con el brillo en sus ojos. Aunque había pasado mucho tiempo desde la última vez que Victor lo había visto de esa manera, el aire entre ambos se cargó de una energía única, una conexión que solo puede existir entre padre e hijo. Ana, la madre de Victor, permaneció a un lado, sonriendo suavemente, sabiendo lo que estaba por venir.
"¿Crees que puedes enfrentarte a mí, hijo?", dijo Manuel, con un tono más bajo y profundo. "La agricultura no era lo único que dominaba en nuestro planeta."
Victor, siempre el guerrero confiado, dejó escapar una carcajada mientras retrocedía un par de pasos, adoptando una postura firme. "Sabía que había más en ti, viejo. ¡Vamos, muéstrame lo que tienes!"
Manuel esbozó una pequeña sonrisa antes de que su rostro volviera a la calma absoluta. Sin previo aviso, su cuerpo se envolvió en un aura dorada, la misma energía celestial que fluía a través de los cielos. Los árboles y las flores que rodeaban el espacio brillaban con más intensidad mientras la fuerza de Manuel emanaba, revelando una verdad que Victor no había conocido hasta ahora: su padre no era simplemente un agricultor en su planeta natal.
Con una velocidad que desafió la percepción de Victor, Manuel se lanzó hacia adelante, su puño extendido, moviéndose a una velocidad casi divina. Victor apenas tuvo tiempo de alzar sus manos para bloquear, pero aun así, el impacto resonó como un trueno, empujándolo varios metros hacia atrás. Los pies de Victor crearon surcos profundos en el suelo celestial mientras se estabilizaba.
"¡Esto es increíble!", exclamó Victor, su rostro lleno de emoción y asombro. "Siempre supe que tenías algo más guardado, pero... ¡esto supera todas mis expectativas!"
Manuel se enderezó y cruzó los brazos sobre su pecho, observando a su hijo con una mirada que combinaba orgullo y desafío. "He visto tus batallas, Victor. He visto cómo has luchado y hasta dónde has llegado. Pero ahora, aquí, en este reino, somos iguales. No es solo poder físico lo que importa, sino la fuerza de la voluntad. Y déjame decirte, hijo... mi voluntad no ha flaqueado."
Victor, respirando profundamente, sintió que la energía dentro de él también se elevaba. Esta no era una simple pelea entre guerreros; era un desafío entre generaciones, un duelo de respeto y amor.
"Entonces, vamos a ver quién tiene la voluntad más fuerte, padre", dijo Victor, su sonrisa ahora más seria, su cuerpo preparándose para lo que sería un enfrentamiento épico.
Ana, que había observado la escena con calma, se rió suavemente y murmuró para sí misma: "Los hombres de mi vida... siempre necesitan demostrar su fuerza. Aunque me alegra ver que no han cambiado en absoluto."
El campo de combate brillaba con una intensidad divina. Victor y su padre, Manuel, estaban envueltos en una feroz batalla que no solo desafiaba su fuerza física, sino también su vínculo emocional. Cada golpe resonaba como un trueno, sacudiendo los cielos y el suelo bajo sus pies. Las nubes se dispersaban con la fuerza de los impactos, y la luz celestial titilaba sobre ellos, como si el propio cielo estuviera observando con atención el enfrentamiento entre padre e hijo.
Victor, jadeando, mantuvo su mirada fija en Manuel. Había enfrentado monstruos, dioses y seres inconcebibles, pero ahora, frente a su padre, sentía una presión diferente, una expectativa que lo impulsaba más allá de sus límites. Su sonrisa, marcada por el cansancio y la adrenalina, se mantenía. "Siempre supe que eras fuerte, pero nunca imaginé esto", dijo con un tono entre admiración y desafío.
Manuel, sereno como un roble antiguo, respondió con una sonrisa apenas perceptible. Su aura dorada brillaba intensamente, un recordatorio de su poder oculto durante tantos años. "La vida nos enseña más de lo que creemos, hijo", dijo Manuel. "Y no todo lo que has enfrentado puede prepararte para esto."
De repente, Manuel desapareció de la vista de Victor. El aire vibraba con su velocidad, y antes de que Victor pudiera reaccionar, sintió el impacto en su costado. Manuel había reaparecido a su lado, lanzando un golpe devastador que lo envió volando por los cielos. El cuerpo de Victor chocó contra el suelo, creando un cráter a su alrededor. Pero él se levantó, con sus ojos brillando aún más intensamente.
"¿Eso es todo, viejo?" Victor sonrió, escupiendo un poco de sangre pero con una mirada decidida. "Pensé que eras más duro que esto."
Manuel, sin decir una palabra, se preparó para el siguiente ataque. Sus ojos reflejaban algo más profundo: una mezcla de orgullo y tristeza, como si supiera que este enfrentamiento era más que una simple prueba de fuerza. Era un cierre, una culminación de todas las enseñanzas que había impartido a su hijo.
Victor cargó hacia su padre, moviéndose con una velocidad abrumadora. Sus puños eran rápidos, cada golpe lanzado con una precisión letal. Pero Manuel, con la experiencia y la calma de los años, bloqueaba y esquivaba cada uno con una facilidad que sorprendía incluso a Victor. El intercambio de golpes era casi hipnótico, una danza de energía pura.
Finalmente, Victor logró abrir una brecha en la defensa de su padre, lanzando un puñetazo directo al torso de Manuel. El impacto fue fuerte, y Manuel retrocedió un par de pasos, sus ojos entrecerrados por el dolor. Pero en lugar de caer, Manuel plantó los pies en el suelo, deteniéndose con una fuerza inquebrantable.
"Buen golpe", admitió Manuel, limpiándose una pequeña gota de sangre de la comisura de los labios. "Pero aún tienes mucho que aprender."
Victor, con su pecho subiendo y bajando rápidamente por la fatiga, solo podía sonreír. "Eso esperaba escuchar", dijo, preparándose para el siguiente asalto.
Pero antes de que pudiera moverse, Manuel lanzó su mano hacia adelante. Un destello dorado envolvió su cuerpo mientras una onda de energía pura se desplegaba en todas direcciones. Victor fue atrapado por la fuerza del ataque, lanzado hacia atrás con una brutalidad que lo dejó sin aliento. Cayó al suelo, y esta vez, tardó más en levantarse.
Manuel se acercó lentamente, su respiración también agitada, pero con un rostro lleno de determinación. "No es solo la fuerza lo que te define, hijo", dijo con voz firme. "Es lo que haces con ella. Has luchado contra enemigos terribles, pero ¿puedes luchar contra lo que llevas dentro?"
Victor, respirando con dificultad, se levantó lentamente. Su cuerpo estaba cubierto de heridas, pero su espíritu permanecía intacto. "Siempre lo he hecho, padre", respondió. "Y siempre lo haré."
Ambos se quedaron en silencio, con los puños en alto, pero sin moverse. Era como si ese momento, esa conexión entre padre e hijo, lo dijera todo. La batalla no era solo física; era un enfrentamiento de voluntades, de años de sacrificio, amor y respeto.
Ana, observando desde la distancia, no pudo contener las lágrimas. Sabía que este duelo era más que un simple combate. Era una despedida, una manera de cerrar un ciclo que ambos hombres necesitaban. Y mientras las lágrimas caían por su rostro, también sonreía, orgullosa de la fortaleza de su esposo y su hijo.
Manuel finalmente bajó los puños, su cuerpo cansado pero lleno de orgullo. "Ya has demostrado lo suficiente, Victor", dijo, su voz suave pero firme. "Eres fuerte, mucho más de lo que jamás imaginé."
Victor, con una sonrisa amplia, se acercó a su padre. "Tú me enseñaste todo lo que sé. Gracias, padre." Los dos se abrazaron en medio del campo de combate, el resplandor de su energía aún flotando en el aire.
La batalla había terminado, pero el legado de ambos seguiría vivo, más fuerte que nunca.
Fin.