El montón de libros era agobiante, tanto polvo acumulado en ellos. Buscaba algún documento de mi abuela o algo similar a lo que me mencionó Ryan, pero solo encontraba fotos antiguas. La capa de polvo que cubría los libros guardados por tantos años era como una nube de recuerdos pasados.
Estaba exhausta de tanto buscar, aun así, aquí solo tengo algunos de los libros antiguos; los demás deben estar en algún lugar de la mansión, pero no lo sé con certeza, mi familia nunca mencionó nada sobre esto.
De repente recordé el libro rojo, el peso de los descubrimientos recientes sobre mis habilidades se asentó sobre mis hombros lentamente, como si se regocijara viéndome enloquecer. Sin más, me levanté y busqué el libro que había dejado descuidadamente en la gaveta de mi mesa de noche.
La última vez que lo toqué fue cuando fuimos a ver a la abuela de Ruth, y el recuerdo de ese momento se sentía sumamente molesto.
Abrí el cajón, y allí estaba el pequeño libro. Las palabras de la anciana resonaban en mi mente: "Busca el libro escarlata, toda bruja antigua conserva uno". Las palabras de James se hacían más audibles que nunca: "El libro escarlata de tu abuela hablará más que yo". Así que, abuela, ¿eras una especie de bruja? Tomé el libro con determinación y un leve rencor. La verdad es que nada de esto me parecía agradable, pero no huiré más de la realidad.
Abrí el libro y un viento helado golpeó mi rostro. Sentí momentáneamente el susurro de mil voces a mi alrededor. No pude evitar mirar a la habitación , pero no había nada, solo yo y este libro. Aún seguía sin entender, ya que le faltaban muchas páginas, y ya había visto la frase del pacto en el medio: "Alguien arrancó las hojas, así que quizás las haya guardado en algún lugar... pero ¿dónde?".
La duda se adueñó de mi cabeza, dando vueltas e intentando pensar en qué lugar podrían estar, pero no recordaba nada. Tal vez en el antiguo cuarto de mi abuela, pero hace tiempo mi padre ya había quitado todo. Sin embargo, no se pierde nada con buscar.
Decidí tomar un descanso, cerré el libro y lo devolví a su lugar en el cajón. Poco a poco me iba acostumbrando a todos estos extraños acontecimientos, y lo que antes parecía irreal ahora comenzaba a cobrar sentido.
Me acerqué a la sala. Allí estaban María y Ruth viendo la televisión y tomando algunas cervezas.
—¡Al fin sales de ese cuarto! —dijo Ruth, golpeando suavemente el asiento a su lado, invitándome a sentarme.
María seguía todos mis movimientos sin decir una palabra, y su mirada se posó en mi venda. Por alguna razón, su forma de observarme me incomodaba.
—Hola, María —dije levantando la mano con la herida—. Un detalle de tu abuela para mí —dije con ironía. Estaba respondiendo de esta forma tan extraña para mí que ni siquiera podía creerlo.
Ella me miró fijamente sin hablar y se llevó la botella de cerveza a los labios para desviar la vista a la televisión, como si mi broma irónica la hubiese ofendido. Ruth me observaba con incertidumbre.
—Entonces, hablemos en familia, ya que todas tenemos cierta conexión —dije con más sarcasmo—. María, tú puedes ver cosas; Ruth, aún no sé qué puedes hacer tú... y yo puedo romper objetos—dije en tono desagradable, esbozando una sonrisa sarcástica. Claramente, mi actitud estaba irritando a las chicas.
—Emma, para, estás siendo... —dijo Ruth, sin mirarme, como si tratara de no ser grosera.
—¿Sincera? —respondí interrumpiéndola, levantando mis cejas y frunciendo los labios
—. ¿Algo más que no sepa y que quieran contarme? —dije poniéndome en pie, visiblemente molesta. Las chicas me miraron con sorpresa.
—Emma, estás un poco alterada. Trata de calmarte, ¿sí? Nadie te está ocultando nada. Sé que todos estos acontecimientos te están afectando —dijo Ruth, eligiendo cuidadosamente sus palabras mientras pasaba una mano por su corto cabello.
—¿Alterada dices? —dije con una sonrisa incrédula mientras ladeaba la cabeza—. ¿No que este era mi despertar? Pues aquí estoy, despertando —dije levantando ambos brazos mientras me daba la vuelta para salir.
Pero la voz de María me detuvo. No me giré para mirarla.
—Cuidado, Emma. Alguien dijo: quien se enfrenta a monstruos corre el riesgo de convertirse en uno de ellos —sus palabras sonaron duras y cortantes.
Tragué saliva y fui a mi cuarto por mis cosas . Las palabras de María habían dejado en mí una incertidumbre aún mayor que cualquier otra. ¿En qué me estaré convirtiendo? Solo intento entender las cosas, y mientras siga siendo la víctima, solo obtendré compasión, y no quiero la lástima de nadie.
Agarré las llaves de mi auto y salí sin mirar a nadie.
—Emma, espera —gritó Ruth. Me giré para mirarla mientras jugaba con las llaves en mi mano. A
—Sé cómo puedo ayudarte a entender algunas cosas —interrumpió María, poniéndose de pie mientras acariciaba su largo cabello negro.
No contesté nada; solo pasé la vista de una chica a la otra, con duda, intentando comprenderlas. Hice un gesto con las manos en señal de pregunta, como si intentara comunicarme en lenguaje de señas.
—María puede hacer conexiones con el pasado, ya sabes... —dijo Ruth, como siempre intercediendo por su hermana.
Cerré los ojos y respiré profundamente, buscando en mi interior alguna respuesta a su oferta. Aunque sonaba a locura, sabía que lo necesitaba. A estas alturas, ya nada parecía imposible.
—¿Qué tengo que hacer? ¿Qué necesito? —suspiré, sorprendida por lo que acababa de aceptar.
—Solo tu presencia bastará. Debe ser a medianoche, así que escoge un día en el que no trabajes —respondió María, volviendo a sentarse y prestando atención nuevamente a la película en la televisión.
—Hoy descansamos —agregó Ruth rápidamente, como si quisiera evitar que me arrepintiera.
—Hoy entonces —dije con un peso en mi corazón, sintiendo que algo más saldría a la luz esta vez.
Me giré para salir, cerré la puerta de la casa y me dirigí a mi auto. Necesitaba aclarar algunas cosas, así que nada mejor que un café en compañía de la nada; solo yo y mis pensamientos.
Me senté en una de las mesas al aire libre. El clima seguía nublado, pero la lluvia había cesado. Me recosté en el asiento y cerré los ojos para disfrutar del aroma del café apoderándose de mis sentidos.
Al abrir los ojos, sentí como si mi mundo se hubiera reiniciado, y con él, una mirada oscura, fuerte y segura se fijaba en mí. Él tomaba una taza de algo, con un gesto elegante, como invitándome a acompañarlo.
Mi corazón latía con fuerza, como un tambor marcando el paso de alguna figura importante. Desde una mesa distante, James me sonreía. Su largo cabello oscuro se movía con la brisa fría, su postura erguida y su porte seguro captaron mi atención de inmediato. Sentí un torbellino en mi estómago, como si millones de mariposas revolotearan dentro de mí. No podía apartar la vista del hermoso y aterrador semblante de aquel hombre frente a mí.
Un grupo de jóvenes, cantando a voz en cuello al estilo rockero, pasó interrumpiendo el cruce de miradas. Pero cuando finalmente se alejaron, él ya no estaba. Desapareció, dejando mi corazón en un caos de sentimientos, como si mi ser anhelara su presencia.
¿Estaba James realmente allí, o solo era un deseo intrínseco de mi corazón?