La luz amarilla, suave y acogedora, combinaba con mi vestido corto naranja; juntos liberaban mi mente cargada de preocupación y afán. La voz de Adele sonaba tan dulce que me sumergía en el abismo de mi ser. El murmullo de las personas era tan perceptible, pero a la vez tan lejano.
La carta de ayer había abierto una brecha más en mi confusión. Mi abuela había anticipado todo esto, y aún así, me veía a diario y jamás dijo una palabra. La noche de ayer fue difícil de sobrellevar, demasiadas cosas juntas. Ahora estaba aquí, en este lugar, celebrando el cumpleaños de Ryan. Nos había invitado anoche en el bar, y no me pude negar. Él lucía impecable; su camisa gris ajustada dejaba entrever su enorme dragón tatuado. Sus ojos azules eran como el cielo, y su hermosa sonrisa los iluminaba aún más.
A mi alrededor, la mesa redonda estaba llena de personas que no conocía: algunos familiares de Ryan, otros amigos cercanos. Ruth estaba a mi lado con su estilo coqueto que tanto le gustaba. Su pelo corto le lucía genial. Solo podía observar a todos y, a la vez, pensar… Pensaba en tantas cosas, y a la vez en nada. James... creo que aún conservo la esperanza de verlo otra vez, aunque eso solo significaría más problemas.
El sonido de un tenedor golpeando una copa me hizo fijar la vista en Ryan. Él se levantaba, llamando la atención, mientras su argolla en la oreja derecha brillaba, haciéndolo ver aún más atractivo.
—Atiendan acá —rió mientras ponía la copa en la mesa—. Como ya saben, hoy es mi cumpleaños número 23 —hizo una risa burlona, y todos en la mesa se unieron en la broma—. Bueno, 32, solo que estoy más joven —se rascó la cabeza con gracia.
Este hombre era como el vino; en verdad, pensaba que era menor. Él continuó:
—Quiero agradecer al universo por todo lo que tengo: mis años, mi familia y todas las personas especiales que han logrado marcar mi vida —dijo con dulzura, mientras me miraba fijamente.
Sus palabras me hicieron sentir apenada. Algunos lo notaron, y le devolví una sonrisa, asintiendo con la cabeza. Él levantó la copa para brindar, y todos nos pusimos en pie para llenar nuestras copas.
—¡Por más canciones de Ryan! —gritó alguien que debía ser un amigo.
Pero Ryan interrumpió:
—Hay algo más —dijo con una alegría desbordante—. Brindemos porque ¡abriré un despacho de abogado! —gritó, y el bar se llenó del sonido de las copas chocando, como campanas que anuncian una boda en la ciudad.
—¡Enhorabuena! ¡A bailar! —gritó Ruth, agitando su copa y dando pequeños brincos. Abrazó a Ryan con fuerza y salió a bailar con uno de los chicos, quien probablemente sería el "pez de la noche."
Me acerqué a Ryan para abrazarlo.
—Felicidades dobles. Te lo mereces —le dije con cariño. Su toque era suave, y su abrazo me envolvía como si en él encontrara esa paz tan contradictoria a veces.
—¿Bailamos? —preguntó con una expresión de cachorro triste, y sus ojos azules brillaron con una intensidad a la que no pude negarme.
Los tacones inmensos me hacían más visible a su lado, aunque aún no alcanzaba sus hombros. Ryan era tremendamente alto, como James... No quería pensar en él en ese momento. Sonó una hermosa canción: Talking to the Moon. Ryan me sostuvo firme por la cintura, y me aferré a su cuello, intentando disipar los pensamientos de James por un momento.
El suave olor a coco de Ryan me envolvía. Me recosté en su pecho y me dejé llevar por la dulce melodía que me hacía perder la noción del tiempo. Era un sedante para la vida, para mis sentimientos.
—Emma —dijo suavemente Ryan, y su voz resonó en su pecho.
—¿Sí? —respondí, disfrutando de la calma.
—¿Quieres ser mi secretaria? —preguntó, directo, sin rodeos.
No pude evitar detenerme en seco, pestañeando como si así pudiera entender mejor.
—Ryan, yo... No sé qué decir. Tengo mi trabajo —dije, dudando, sin saber qué responder.
—Sé que tienes tu trabajo, pero por eso te hago la propuesta: no tendrás que trabajar más de noche, solo durante el día. ¿Qué tal? —dijo, sonriendo con sus ojos fijos en mí.
Su intensa mirada me puso nerviosa.
—No sé qué decir, yo...
—Tranquila, solo piénsalo —dijo, dándome un leve empujón para que continuáramos el baile.
—Te lo agradezco, Ryan —le dije con total sinceridad mientras me recostaba en su pecho.
—No agradezcas nada. Estoy aquí para ti, ¿sí? —sus palabras fueron tan delicadas que no pude evitar sentirme segura.
Estar con Ryan era liberador. Era como un salvador, mientras que James... James era mi perdición. Cuanto más intentaba, más me perdía en él.
Ryan pasó su mano por mi cabello, y recordé las palabras de Ruth.
—Ryan, dijiste que necesitabas algún papel antiguo que corrobore el pacto de mi abuela con la familia, o lo que sea de James, ¿verdad? —pregunté, esperando encontrar algún pequeño error en su comportamiento o palabras.
—Sí, ¿ya lo tienes? —preguntó, apoyando su barbilla sobre mi cabeza.
—No he encontrado nada aún.
—Sigue intentando, así tendré una mejor noción del caso —dijo, como si leyera mis pensamientos.
¿Cómo podría desconfiar de este ángel que el cielo me había enviado?
La hermosa tarde continuó, envuelta en la agradable atmósfera de celebración. Sentía una desconexión momentánea de todos mis problemas. La propuesta de Ryan era tentadora y quizás, era tiempo de darme nuevas oportunidades.
Salí apresurada para poder llegar a mi trabajo lo más rápido posible, ya que las horas habían volado como aves. Quité mis enormes tacones sintiendo un alivio en mis pies, como si mis pantorrillas se hubieran esforzado demás por mantener mi cuerpo erguido.
Mientras conducía, la luz amarilla de las farolas parpadeaba suavemente, acompañando mis pensamientos. De repente, una figura familiar apareció en el asiento del pasajero: mi madre, sonriendo, pero con una mirada preocupada.
—Emma, ten cuidado con Él —me advirtió, su voz resonando en mi mente como un eco lejano.
El corazón se me detuvo. Eran las mismas palabras de la carta de mi abuela. En un instante de distracción, el auto se desvió hacia el arcén. Sentí cómo el volante se me escapaba de las manos, y el asfalto se tornó confuso. Con un sobresalto, volví a enfocar la vista en la carretera y recuperé el control. La imagen de mi madre se desvaneció, dejándome sola, pero su advertencia retumbaba en mi cabeza.
¿Quién era "Él"? ¿Ryan, con su sonrisa encantadora y su dulce oferta? ¿O James, con su misterioso pasado y su oscuridad? La incertidumbre me invadió mientras avanzaba por la carretera, decidida a enfrentar lo que fuera que estuviera por venir, pero con la inquietante sensación de que "él" podría estar más cerca de lo que pensaba.