Chereads / Lord Inmoral / Chapter 2 - Capitulo 2

Chapter 2 - Capitulo 2

La batalla ruge con furia desmedida, y en medio de ella, yo, Nolan Corvus, me alzo como un dios entre mortales. Los soldados de Galewind, pobres almas condenadas, cargan hacia mí con un coraje ciego, sin comprender que están enfrentándose al mismísimo poder encarnado.

Mi corazón late con una fuerza frenética, y mis labios se curvan en una sonrisa cruel mientras me preparo para demostrarles que no hay salvación ante mi presencia.

- Inmoral, Codicioso, Dominante… - esas palabras resuenan en mi mente, como si los mismos cielos me susurraran mi naturaleza.

Mis rasgos no son simples características, son malditos pilares sobre los que se construye mi existencia. El primero de ellos, el que más disfruto, es mi Inmoralidad. No tengo freno, no hay leyes ni normas que me detengan. La moralidad es una prisión para los débiles, pero yo... yo soy libre.

[Inmoral: un ser sin conciencia ni escrúpulos. Sus decisiones no están limitadas por la ética o las normas sociales, lo que le permite actuar de manera despiadada y aprovecharse de los demás sin remordimientos.]

Mientras empiezo a canalizar la energía, siento cómo el calor se acumula en mis venas, una sensación embriagadora que me recuerda que el mundo entero está a mis pies. La energía fluye en mí, retorciéndose como una serpiente que espera ser liberada. Mi poder es antiguo, inmenso, y con solo un pensamiento, puedo reducir todo a cenizas.

- Malditos sean estos imbéciles - pienso mientras mi cuerpo chisporrotea con poder.

Ellos no tienen idea de lo que está por venir, y por eso, su muerte será rápida. Al menos eso puedo concederles. Levanto mis manos hacia el cielo, y el aire alrededor de mí comienza a vibrar, distorsionando la realidad misma. El temor se dibuja en los rostros de los soldados, pero no me detengo.

La Codicia dentro de mí se aviva, deseo más, siempre más. No me basta con matarlos, quiero que sufran, que sus últimos momentos estén llenos de horror.

- ¡Aeternum Flamma! - ruge mi voz, poderosa y resonante, como si los mismos cielos respondieran a mi llamado.

El suelo tiembla bajo mis pies, y una columna de fuego azul se eleva, rugiendo hacia el cielo con una furia indescriptible. La llama danza, viva, hambrienta, devorando todo a su paso.

- Mírenlo, imbéciles, contemplen su fin - mis pensamientos se mezclan con la vista de los soldados atrapados en su abrazo ardiente, sus gritos desgarradores llenan el aire como el coro de una ópera macabra.

La moralidad de los hombres ordinarios dictaría piedad en este momento, pero no para mí. No soy más que un demonio envuelto en piel humana, y la compasión es un lujo que no puedo ni quiero permitirme.

El olor a carne quemada invade mis sentidos. No me inmuto. El hedor acre es un recordatorio del poder que tengo, del dominio que ejerzo sobre la vida y la muerte. Los cuerpos contorsionados en el fuego son meros instrumentos de mi voluntad.

- Ellos son débiles, y en este mundo solo los fuertes sobreviven - reflexiono con frialdad.

Aún así, el ejército de Galewind, como bestias obstinadas, sigue sin ceder.

Los soldados supervivientes me observan con un terror latente, pero no se rinden. Siento una chispa de rabia encenderse en mi interior. Son como cucarachas, incapaces de comprender su insignificancia.

Y eso me irrita. La Codicia dentro de mí me exige más, una demostración aún más aterradora de mi poder.

- Esto no es suficiente - pienso, sintiendo la sed de destrucción burbujeando en mi pecho.

Necesito algo que destruya sus espíritus por completo. Mi Dominancia se impone, me exijo controlar no solo sus cuerpos, sino sus almas.

- Necesito verlos rendidos, derrotados en cada fibra de su ser - cierro los ojos por un momento y recuerdo los antiguos textos sobre magia oscura.

He leído sobre las tormentas destructivas que solo los más poderosos pueden invocar. Esos magos, aquellos que, como yo, han dejado atrás las limitaciones del bien y del mal, pueden convocar tormentas que rompen la voluntad de ejércitos enteros.

Y yo... estoy a punto de hacerlo.

Respiro profundamente, canalizando la energía negra que se agita en mis entrañas.

Cada nervio de mi cuerpo chisporrotea, y el aire a mi alrededor se vuelve denso, cargado de una fuerza que solo los más grandes señores de la guerra han llegado a comprender. Levanto mi mano derecha al cielo, el poder crepitando a través de mí.

- ¡Tempestad Oscura! - grito con una rabia feroz.

El cielo responde. Relámpagos oscuros caen del firmamento, como si los mismísimos dioses hubieran decidido condenar a estos desdichados. Cada relámpago impacta con una precisión mortal, destruyendo todo a su paso.

El campo de batalla se ilumina brevemente en destellos de luz cegadora, revelando los rostros aterrorizados de los soldados antes de que sean incinerados, reducidos a cenizas en un parpadeo.

Sus gritos... esos gritos desesperados son música para mis oídos. Siento un placer casi divino al escucharlos.

- Es hermoso - reflexiono.

El campo de batalla, antes fértil y verde, ahora es un páramo de destrucción, cubierto de cuerpos carbonizados y ceniza.

- Así es como debería ser siempre, un reflejo del verdadero poder - mis pensamientos son fríos.

Los soldados que aún sobreviven están paralizados. Sus espíritus están quebrados, sus ojos reflejan el más puro terror. Me observan como si fuera algo más que un hombre. Y lo soy. Un dios entre simples mortales, y ellos lo saben.

A pesar de todo, algunos de ellos, obstinados en su debilidad, siguen de pie.

- Tenacidad admirable, aunque patética - pienso mientras evalúo mi próximo movimiento. La fatiga empieza a acumularse en mi cuerpo. He gastado una cantidad significativa de energía mágica, pero no puedo permitirme un momento de debilidad.

- Estos insectos deben ser aplastados por completo - recuerdo entonces un antiguo hechizo, uno que cubre una gran extensión y no requiere tanta energía.

Es perfecto para este momento. Levanto una vez más mis manos al cielo, cerrando los ojos mientras siento el flujo de poder concentrarse una última vez.

- Maledictum Terra - susurro, apenas audible, pero cargado de intención mortal.

La tierra bajo los pies de los soldados comienza a temblar, y en un parpadeo, grietas enormes se abren, tragando a los hombres que intentan huir.

El caos se desata, y los gritos se intensifican, resonando como un himno de desesperación. Observo con calma mientras el suelo devora a mis enemigos, sus cuerpos cayendo al abismo.

Finalmente, cuando todo queda en silencio, miro el paisaje de devastación que he creado. Es perfecto.

- Este es el destino que les espera a todos los que se interpongan en mi camino -