Chereads / Tierras Baldias / Chapter 5 - Capitulo 5 : Ojos en la oscuridad

Chapter 5 - Capitulo 5 : Ojos en la oscuridad

**Capítulo 5: Ojos en la Oscuridad**

Ana se sentía un poco más recuperada cuando Nathia entró en la habitación. Había una tensión en su rostro, una preocupación que Ana no había visto antes.

—Hay algo que debes saber —dijo Nathia mientras se sentaba junto a Ana—. Desde hace poco, hemos visto unas criaturas… misteriosas. Solo aparecen de noche. No sabemos si son mutantes o algo más, pero lo que sí sabemos es que sus ojos rojos las delatan. Se mueven rápido, muy rápido, en la oscuridad, y hasta ahora nadie ha logrado verlas de cerca y seguir vivo.

Jimmy, que estaba en la esquina, asintió con gravedad. —Es cierto. Uno de los nuestros desapareció hace una semana. Tememos que esas cosas lo hayan atrapado. Además de los cazadores de hombres, que ya de por sí son un peligro, parece que ahora hay algo más allá afuera. Algo que no solo nos caza, sino que se está comiendo a los pocos humanos que quedan.

—Esta tierra ya no es segura —intervino Nathia—. Hemos estado hablando de dirigirnos hacia el norte, buscando agua y un lugar más seguro. Aquí ya no podemos quedarnos mucho más tiempo.

Ana los escuchaba con atención, recordando lo que había visto la noche que cayó en la oscuridad. —Vi algo… —dijo, su voz temblorosa—. Esa noche, cuando caí… los cazadores de hombres estaban detrás de mí, pero huyeron de algo que se movía en la oscuridad. Nunca había oído de algo así. No sé si aún siguen vivos, pero lo que sea que los asustó fue lo suficientemente fuerte como para hacerlos correr.

Julián, que había estado escuchando desde el otro extremo de la habitación, maldijo en voz alta. —¡Diablos, se los dije! Esos malditos cazadores no descansarán hasta encontrar a su presa. Hemos traído un problema más aquí.

Carl, quien siempre mantenía una calma casi sobrenatural, levantó una mano. —Tranquilízate, Julián. Con lo que pasó ahí fuera, dudo que los cazadores regresen. Esas cosas de las que hablas aún están por ahí, escondidas. Y quién sabe, tal vez hasta se los comieron.

Ana bajó la cabeza, sintiendo que su llegada había traído más problemas a este grupo que ya estaba luchando por sobrevivir.

De repente, Leticia, que había despertado hace poco, se acercó y le dio un golpe en la cabeza a Julián. —¡No seas tan cabeza dura e inconsciente! —lo regañó—. ¿No ves que la chica está sola en este mundo perdido? No tiene a nadie.

Julián se frotó la cabeza, claramente molesto, pero sabía que no debía replicar. Leticia, su esposa, lo conocía mejor que nadie. Era terco, pero también tenía un buen corazón, aunque no siempre supiera mostrarlo.

—No le hagas caso a este viejo senil —le dijo Leticia a Ana, con una sonrisa—. Solo es un bocón, pero es de buen corazón. Ya te darás cuenta con el tiempo.

Jimmy y Patricia no pudieron contener la risa ante el golpe de Leticia, y Carl, siempre tan serio, dejó escapar una pequeña sonrisa. Nathia también esbozó una leve sonrisa, aunque la preocupación por esas criaturas nunca desapareció del todo de su rostro.

Ana, aún intentando procesar todo, levantó la vista hacia Nathia. —¿Y de dónde sacan agua? —preguntó—. Todo por aquí está seco.

Nathia soltó una pequeña risa, aunque no era una risa de alegría, sino más bien resignada. —No es agua lo que estamos bebiendo —respondió—. Es el líquido de los ciempiés mutados. Aunque no lo creas, esas criaturas son nuestra principal fuente de alimento y bebida. Viven enterrados en el suelo, y donde encuentras uno, siempre hay más. Nos hemos mantenido vivos gracias a ellos.

—¡Y sabe a pollo! —añadió Patricia, con una sonrisa—. Aunque sí… ya estamos un poco cansados de comer lo mismo.

Jimmy soltó un suspiro. —Sí, pero ya quisiera comer algo más. —Se estiró, como si el solo pensarlo le diera una leve esperanza de algún festín diferente.

—No se quejen —les regañó Leticia, mientras los miraba con los brazos cruzados—. Deberían estar agradecidos de encontrar esos ciempiés. En este mundo caótico, al menos tenemos algo que llevarnos a la boca. Hay quienes ni siquiera tienen eso.

Carl, observando la conversación, se acercó a Ana. —Cuando te recuperes del todo, te contaremos más sobre lo que planeamos hacer. Pero ya te digo que este lugar no es seguro. No podemos quedarnos mucho más aquí.

Nathia asintió. —Esas criaturas… —dijo, su voz más grave—. Desde que aparecieron, hemos tenido que escondernos todas las noches. Sus ojos rojos brillan en la oscuridad. Son rápidos, y aunque todavía no sabemos exactamente qué son, parecen cazarnos como si fuéramos sus presas.

Julián, que se había mantenido en silencio desde el coscorrón de Leticia, intervino de nuevo. —Logré verlos una vez… de lejos. Sus ojos rojos… No sé qué son, pero parecen enormes. Algo que no es de este mundo. No sé si son mutados como el resto de las criaturas, pero tienen un tamaño y una velocidad que me helaron la sangre.

Ana sintió un escalofrío recorrerle la espalda. Había enfrentado muchas amenazas en su vida, pero esto era algo diferente. Algo que ni siquiera los cazadores de hombres podían enfrentar. El miedo era palpable en la voz de todos, y aunque la mayoría intentaba mantener la calma, la realidad era que ninguno de ellos sabía cuánto tiempo más podrían sobrevivir si esas criaturas seguían acechando.

El grupo intercambió miradas silenciosas, cada uno sumido en sus propios pensamientos sobre lo que significaba este nuevo peligro.

—Pronto nos moveremos —dijo Carl finalmente, rompiendo el silencio—. No podemos quedarnos aquí mucho más tiempo. No con esas cosas rondando por la noche.

Ana asintió, sabiendo que tenía poco tiempo para recuperarse antes de que la próxima amenaza cayera sobre ellos. El mundo era un lugar cruel, pero ahora, al menos, no estaba sola.

La noche caía, y con ella, venían las criaturas. Ana se preparaba mentalmente, sabiendo que su lucha por sobrevivir apenas estaba comenzando.

---

**Un Rayo de Esperanza**

Ana estaba sentada en su improvisada cama, sintiendo todavía el leve cansancio en sus músculos, pero mucho más consciente de la situación. La conversación sobre las criaturas de ojos rojos aún resonaba en su mente, pero ahora algo más la inquietaba. Carl, el hombre que había sido una figura tranquilizadora desde que la encontró, se acercó con una seriedad diferente en su mirada.

—Ana, este lugar no es seguro —le dijo con voz firme—. No podemos acostumbrarnos a estar aquí. Cada día que pasa es un día más que esas criaturas nos acechan, y tarde o temprano nos encontrarán. Tenemos que movernos, encontrar un lugar mejor.

Ana lo miró, sintiendo una mezcla de miedo e incertidumbre. —¿Pero adónde podríamos ir? Todo a nuestro alrededor está muerto. Apenas hay agua, y el suelo está seco como si nunca hubiera llovido aquí.

Carl se arrodilló frente a ella, sacando algo de su bolsillo. Era una pequeña bolsa de tela, vieja y ajada por el tiempo. Con cuidado, la abrió y dejó que su contenido cayera en la palma de su mano. Lo que Ana vio eran semillas. Pequeñas, secas y frágiles.

—Estas —dijo Carl con un tono que rozaba lo esperanzador—. Son semillas de diferentes frutos. Las he guardado durante años, desde antes de que todo esto comenzara. Manzanas, naranjas, incluso algunos vegetales. No las he plantado porque nunca encontramos un lugar adecuado, un lugar donde el suelo no esté muerto. Pero sé que hay uno. Tiene que haberlo.

Ana observó las semillas con fascinación. En un mundo tan devastado, donde cada día era una lucha por sobrevivir, esas pequeñas semillas representaban algo más grande: esperanza.

—¿Crees que haya un lugar así? —preguntó, con un tono de escepticismo mezclado con un atisbo de fe.

Carl asintió, sus ojos brillando con convicción. —Lo sé. El mundo aún no está completamente acabado, Ana. Puede darnos un poco más, si sabemos dónde buscar. He oído historias, rumores, de lugares al norte donde la tierra aún puede florecer, donde hay agua y árboles. Incluso si son solo cuentos, no podemos rendirnos. No después de todo lo que hemos pasado.

Ana acarició las semillas en la palma de Carl, sintiendo lo delicadas que eran, pero también lo fuertes que podrían llegar a ser si encontraban el lugar correcto. —¿Y crees que podríamos llegar ahí? —preguntó, aunque la respuesta ya era evidente en los ojos de Carl.

—Lo creo —dijo él, con firmeza—. No será fácil, y probablemente encontraremos más peligro en el camino. Pero quedarnos aquí es esperar la muerte. Esas criaturas, los cazadores, todos los peligros que nos rodean… no sobreviviremos mucho más si no hacemos algo. Tenemos que intentarlo. Tenemos que movernos.

Ana suspiró, comprendiendo la magnitud de lo que Carl proponía. Moverse significaba enfrentarse a lo desconocido, pero también era la única manera de encontrar algo mejor. En ese momento, sintió la responsabilidad de luchar por algo más que su propia vida. Si había una posibilidad, por pequeña que fuera, de que esas semillas crecieran, valía la pena el riesgo.

—¿Cuándo crees que deberíamos irnos? —preguntó Ana.

Carl miró hacia la ventana, donde el sol comenzaba a descender en el horizonte. —Pronto. No podemos esperar mucho más. Necesitamos reunir suministros y planear nuestra ruta. No tenemos un mapa, pero sé que si seguimos las estrellas y nos guiamos por los ríos secos, podremos llegar. El agua siempre encuentra su camino, y nosotros también lo haremos.

Ana asintió, su resolución fortalecida por las palabras de Carl. Aunque no lo conocía mucho, ya confiaba en él. Era el tipo de persona que mantenía viva la esperanza, incluso en un mundo que intentaba destruirla.

Carl se levantó, metiendo las semillas de nuevo en la bolsa y guardándolas en su bolsillo. —Descansa, Ana. Cuando partamos, necesitarás toda la energía que puedas reunir. No sabemos cuánto tiempo nos llevará encontrar ese lugar, pero lo encontraremos.

Ana lo vio alejarse, y por primera vez en mucho tiempo, sintió una pequeña chispa de esperanza en su interior. Este mundo devastado todavía podía ofrecerles algo, si eran lo suficientemente valientes para ir tras ello.

Mientras se acomodaba para dormir, las palabras de Carl resonaban en su mente: *"El mundo aún no está completamente acabado."* Y con esa esperanza, cerró los ojos, preparándose para lo que vendría.

---

**Próximo capítulo**: El grupo se prepara para abandonar el refugio, enfrentando los desafíos del viaje hacia el norte. Las criaturas misteriosas y los cazadores de hombres acechan en la oscuridad, pero la esperanza de encontrar un lugar donde las semillas puedan crecer mantiene al grupo unido en su búsqueda de un futuro mejor.

Fin del capitulo