Lo hecho, hecho estaba.
Ike no había sido una de mis opciones iniciales por varias razones. Una de ellas era la natural rivalidad de la corona con mi familia.
Durante la guerra, mi abuelo y mi padre habían hecho cuantiosas contribuciones y la gente ahora nos respetaba y temía a la par que los reyes. Esto por si solo era una pelea de reputación entre ambos.
Lo segundo es que a pesar de decir que éramos fieles seguidores del reino, la verdad no podía estar más alejada. En su tiempo, las peleas habían comenzado por una mujer. La hermana del rey, que enamorada de mi padre había querido casarse con él a pesar de todas negaciones que le daban. Y aunque no sé los detalles, solo supe que la princesa falleció un día y nunca se encontró la razón verdadera, creando una grieta profunda entre ambos hombres y nunca había sanado del todo.
Fuera cuál fuera la razón, aunque ambos eramos solteros y podíamos fortalecer todo el reino con un matrimonio, ninguno de los dos lados lo había sacado a relucir. El odio se enraizaba profundo.
Finalmente, el tipo de relación que teníamos. No éramos exactamente amigos. Ike siempre lograba exasperarme y lo mismo podría decirse de su parte. Nunca habíamos considerado ese tipo de cosas, además de que nuestras interacciones no se podía decir que fueran muchas o muy comunes.
Pero supuse que ahora al menos ya habia sembrado los inicios de las dudas. Si antes Sergei no parecía querer soltarme a pesar de estar "coqueteando" con otros, ni siquiera él se metería con la familia real.
Tenía el corazón acelerado mientras escapaba hacia los carruajes. No quería estar ni un solo minuto más en esa fiesta. No necesitaba nada de ahí y solo necesitaría que las cosas se calmaran.
En el camino, intentando alejarme de la gente, volví a sentirme mareada de repente. Probablemente los nervios y la total adrenalina de hacer algo malo.
Casi llegaba a la salida del jardín cuando de repente sentí un tirón de mi brazo y una mano cubrirme la boca.
Me arrastraron hacia los jardines, detrás de árboles cuyas hojas caían como cabellos hasta el suelo, tapando ojos indiscretos que buscaran algo en esa dirección.
Antes de saber qué estaba sucediendo, me azotaron contra uno de los árboles y sentí una mano en mi cuello. Me congelé de inmediato, temerosa de lo que estaba sucediendo.
No fue hasta que abrí los ojos que pude ver quién era... Y toda la sangre se heló en mi cuerpo.
Sus ojos azules no necesitaban presentación. Solo él los tenía tan claros como dos zafiros a la luz.
—¿S-sergei? —Taratamudeé ahora sintiendo todo el peso de la culpa en mis acciones. Todo mi cuerpo tamblaba y mis manos no me respondían.
Él no respondió, pero sus dedos en mi cuello se apretaron.
¿Qué coincidencia era aquella de ser ahorcada en dos ocasiones, por dos diferentes hombres en solo una semana?
Definitivamente solo atraía a locos en mi órbita.
—Diane. —Su voz fue profunda pero inexpresiva. Sus ojos no abandonaron los míos y aunque parecía querer hacer o decir algo, solo se quedó ahí quieto, apretando cada vez más con su mano.
—¿Qué...? —Era horrible aquella sensación. No sabía por qué lo estaba haciendo y tampoco parecía que lo quería decir. Solo continuaba y yo me quedaba sin aliento. Aunque intenté quitar su mano de encima, igual que como con el taur, no podía quitarlo. —¡N-no...!
Pero me acordé de lo que tenía en las manos. Me había recordado de ser cuidadosa con ellas. Ahora mismo no importaba.
Estiré la mano y rasguñé a su pecho, sintiendo la horrible sensación de haber perforado su ropa y su piel. El rasguño por fin pareció sacarlo de su trance y se separó quejándose de dolor, pero al menos yo pude respirar bien. Los hombres tenían que dejar de cerrarme los pulmones.
—¿Cuál es tu problema? —Le espeté, tosiendo un poco, más mareada que antes.
Sergei pareció confundido por un momento, viéndome a mi y luego a su mano.
—¿Mi problema? —Luego se quitó la máscara, luciendo bastante enojado ahora. —¿¡Cuál es el tuyo!? No tenemos ni tres días de comprometernos, ¿Y ahora estás ofreciendo esas malditas flores a cualquier idiota que se te pasa por el frente?
Así que si estaba prestando atención...
—¿Y a ti qué te importa? Yo no elegí comprometerme contigo. Ni siquiera te conozco. ¿Por qué de repente estás obsesionado? —Aunque bien sabía que no era solo de ahora.
Levantó la mano por un segundo y en automático cerré los ojos, esperando sentir un golpe, pero nunca vino. Al contrario, algo más sucedió que fue peor.
Sentí sus labios golpear los míos. No fue un beso de amor o deseo. Fue un beso forzado, desesperado y posesivo. No me dejaba respirar y sus dientes chocaban con los míos con fuerza.
No pude hacerme para atrás por el árbol, pero de inmediato intenté empujarlo y golpearlo, pero atrapó mis dos manos por las muñecas y las alejó. Y de inmediato, sentí que metía su pierna entre las mías, apretándome, alzándome contra el tronco e inmovilizandome con el resto de su cuerpo.
—¡Mgh! ¡Mmm! —Intenté mover la cara, pero la fuerza con la que me presionaba era demasiada. Intenté morderlo en cambio y cuando su sangre llegó a mis labios, él se quitó con un quejido, pero sus ojos brillaron de forma peligrosa. Sonrió como un enfermo y eso me llenó el cuerpo de miedo. —¡Quítate! ¡Dejame en paz...!
No me dejó gritar cuando volvió a pegarme a mi cara, pero está vez pude quitarla a tiempo y a cambio llegó a mi cuello, el que no se libró de su boca y solo envió involuntarios escalofríos a mi cuerpo.
Quería vomitar.
—¡No! ¡Basta!
Entonces todo se detuvo en un momento. No sentí mas la presión de su cuerpo encima, ni su horrible aliento en mí.
—Quita tu asqueroso cuerpo de encima de Diane, basura.
Con el corazón queriendo salirse de mi pecho, giré a ver a Ike. Inesperadamente, él fue mi caballero en armadura dorada que me salvó. Ahora sí que debería agradecerle...
Se quitó la máscara de la cara y su expresión fue un poco inesperada hasta para mí.
No estaba enojado... Estaba furioso. Incluso lo que le sigue. Una vena se le saltaba en la sien y su mandíbula bien podía reventar por la fuerza en que la apretaba. Y no había entendido cómo había quitado a Sergei de encima hasta que ví la forma en la que estaba parado... En su puño, había un rastro de sangre. Y al fijarme en el caído, ahora tenía más partido el labio. Tenía sangre en toda la boca.
—¿Así que es verdad? —Sergei se burló, escupiendo un poco de sangre a un lado. —¿Ustedes dos tienen algo entre ustedes? —Se sentó en el suelo, viéndonos con una torcida sonrisa. —Lo escondían bastante bien.
Ike me volteó a ver solo un segundo, pero no supe leer su expresión. Aún seguía enfadado... Y sospechaba que parte de ese enojo estaba dirigido a mí. Al menos supo seguir el juego, pues era rápido de mente.
—¿Y si lo sabías, por qué te metiste con ella e intentaste forzarla, eh? —A pesar de todo, relajó su postura y estiró la mano hacia mí. Antes de poder tomarla como pensé que quería que hiciera, me tomó del antebrazo y me puso detrás de él, de forma protectora. Eso había sido algo tierno de su parte, pero no dije nada. —¿Querías meterte conmigo, acaso?
—¿Meterme con usted? Pft. —Como si no hubiera sido golpeado apenas, Sergei se levantó y se limpió la ropa, suspirando mientras sacaba un pañuelo del bolsillo y se limpiaba la sangre de la cara con total tranquilidad. Aún se le notaba la herida del labio, pero en su sonrisa había solo una expresión de superioridad. —Me parece que es lo contrario, su alteza... Pues aunque no lo han anunciado, usted no tiene ninguna oportunidad con lady Ivory. Ya estamos comprometidos bajo acuerdo mutuo de nuestros padres. Así que... Creo que es todo lo contrario. Con todo respeto... ¿Por qué se mete en nuestros asuntos?
Los escalofríos me ganaron. ¿Es que Sergei no le tenía miedo al príncipe? ¿O su obsesión conmigo era tanta que no le importaba? ¿Qué demonios le pasaba por la cabeza para atreverse a ir en contra de la familia real...?
Pero ahora mismo quien me preocupaba no era él... Sino Ike. ¿Qué diría ahora entonces? ¿Solo soltaría la verdad y me dejaría a merced de ese enfermo? Era lo más probable. Sino solo estaría metiéndose él y a la familia real en problemas...
—¿Esto es lo que no me querías decir, Diane? —Su pregunta fue dirigida para mí, pero en ningún momento apartó la mirada de Sergei. No sabía qué expresión estaba haciendo ahora, pero sentí su mano apretar ligeramente mi brazo. —Parece que se me han adelantado. Pero no te preocupes... Ya sabes que lo que quiero, lo obtengo. Y no me voy a detener por un don nadie para tenerte solo para mí.
En algún otro momento, quizás en un futuro cuando pudiéramos hablarlo y recordarlo, ambos nos habríamos reído de esas palabras. Una declaración demasiado cursi, demasiado fuera de lo normal de lo que solíamos ser. Pero ahora mismo, el tono serio de su voz me hizo sonrojar. ¿De dónde demonios sacaba esas frases? ¿Y para decirlo con una cara seria...?
Al menos eso le borró la sonrisa a Sergei... Y por primera vez, sentí que estaba viendo al hombre real detrás de la máscara de sonrisas que tenía. No le hacía ninguna gracia que lo retaran de esa manera, y si las miradas pudieran matar, Ike ya estaría en el suelo.
No dijo nada, pero no tenía que decirlo.
—Vámonos. Te sacaré de aquí. No parece que quieras seguir en la fiesta como estás, Din.
Din. Ese tonto apodo que me tenía por haber escuchado mal mi nombre la primera vez que se lo dije... Y sin embargo, esta vez no me hizo enojar por ello.
Lo seguí sin rechistar, y esta vez no me llevó del brazo. Me tomó la mano... Y entrelazó nuestros dedos en el camino.
...
Me llevó a través del jardín, justo al borde de la fiesta a juzgar por los ruidos de la música clásica, las risas y los sonidos de copas. No podía verlos, pero sabía que estaban cerca.
No dijo nada en el camino, pero tampoco giró a verme. Y no me soltó la mano tampoco. A pesar de la armadura que llevaba, nuestras palmas se juntaban y podía sentir su calor.
No sé si debía decir algo, pero tenía un poco de miedo que estuviera enfadado conmigo. Lo había usado, a fin de cuentas. Y lo habia metido en problemas con la familia Kozlov solo por una rabieta mía. Las palabras de Cedric hicieron eco en mi cabeza y me sentí más culpable que nunca.
Aunque quería alzar la voz, pedirle disculpas y asegurarle que lo arreglaría todo yo sola... No podía hablar. No podía hacerlo porque hace un momento me había dado cuenta... Que estaba temblando.
Todo lo que había hecho Sergei me había dado miedo. ¿Y así esperaban mis padres que me casara con ese tipo? Tendría que...
¿Decirles? ¿Me creerían? O mejor dicho, ¿Les importaría?
Un escalofrío me pasó por la espalda, pensando en esa oscura posibilidad. Quería creer que si... Pero no podía estar segura por el lado de mi padre. Y ciertamente mi madre no tenía ninguna opinión en el asunto.
Tenía miedo... Y en estos momentos, aunque estuviera enojado conmigo, el único que me lograba hacer sentir un poco segura era Ike.
Eventualmente llegamos a la zona de los carruajes y ese pequeño hechizo de seguridad se rompió. Podía irme a casa por fin. Esconderme, intentar planear algo para romper ese compromiso. Ahora más que nunca no quería pasar por eso.
Lo único que me hacía atravesar el miedo... Era pensar en el futuro. En hacer planes para evitar lo sucedido...
—¿Estás bien? —La voz de Ike me hizo saltar. No levanté la cara, pero tragué saliva antes de hablar.
—Creo que sí. —Dije en voz baja, incapaz de mentir por completo.
—Diane...
—Lamento haberte metido en problemas. No era mi intención, pero no sabía que intentaría... Que...
—Diane. —Su voz sonó más insistente, pero me daba miedo que ahora él fuera a explotar conmigo. Intenté quitar mi mano de su agarre, pero solo provocó el efecto contrario y la apretó con más fuerza. —¡Diane, mírame!
Un poco más asustada por la intensidad de su voz, me sentí encoger y quise huir, pero él no me dejó. Sentí su mano rodear mi cuello y el pánico me invadió de nuevo, pero no sentí la presión dolorosa de antes y solo me hizo voltear la cabeza hacia él.
Su expresión no era una de enojo, ni de fastidio. Era una preocupada, seria. No había rastro de emociones negativas en él y era la primera vez que me veía así.
Sentí algo caliente en mi mejilla y antes de saber qué era, Ike ya había quitado mi lágrima con su pulgar. El gesto me rompió un poco y empecé a temblar todavía peor, soltando más lágrimas, pero sin poder demostrar ninguna emoción. Estaba... Confundida. No sabía que estaba en shock.
—Ey, ey, Din. Mírame. —Ike me quito la máscara y se agachó a mi lado, terminando por verlo hacia abajo. —No sé qué te pasa, pero prometo que no dejaré que te vuelva a tocar, ¿Entiendes? Din. No dejaré que te haga daño.
Mis temblores no cesaron a pesar de sus palabras, pero una parte de mi lo entendió y solo atiné a asentir lentamente con la cabeza.
Antes de poder moverme otra vez, Ike se había levantado y sorprendiéndome una vez más, me abrazó. Me sentí vulnerable... Pero protegida. No sabía qué estaba sucediendo, ni qué era esto... Solo lo dejé avanzar, sin querer sentirme sola de nuevo.
Duramos un rato en esa misma posición, al menos hasta que mis temblores bajaron y pude controlar mi cabeza asustada.
—Ike... —Murmuré contra su cuerpo, sintiéndome extraña. Se separó de mi y seguía con esa expresión seria en su rostro, pero ahora parecía mucho más atractivo... —Gracias... Y lamento haberte metido en esto...
—Diane, no te disculpes por eso. Necesitabas ayuda, lo entiendo... Intentaré hacer lo posible por no dejarte con él, ¿Está bien? Pero si no me dices nada, no puedo ayudarte. Eres mi única... Amiga. No temas en pedirme favores.
¿Era su amiga? ¿Hace cuánto? ¿Por qué? Ni siquiera nos hablábamos como personas normales. ¿De qué estaba hablando...?
—Me... Tengo que ir. No quiero que mis hermanos me vean así. —Dije desviando el tema. No quería decir nada que delatara mi pensamiento sobre que a él no lo había considerado antes exactamente como un amigo.
Asintió con la cabeza, sin decir mucho más.
—Usa uno de los carruajes de mi familia, así nadie se enterará de que te fuiste.
—Gracias...
Ike llamó a uno de sus guardias personales que no supe de dónde había salido, ordenandole lo mismo que me habia dicho y me acompañó el resto del trayecto a los carruajes. Al llegar a ellos, me percaté tarde que él me había tomado de nuevo la mano. Era una sensación extraña, sin duda.
—No tiene que ser hoy o mañana... Pero contáctame. Si no lo haces tú, lo haré yo.
Le dediqué una corta sonrisa, pero ya estaba un poco mejor mentalmente. No iba a contactarlo. Iba a resolver todo eso por mi cuenta.
—Gracias... Eh, su alteza...
—¿Por qué de repente me llamas así? Ridícula. —Su actitud de repente volvió al amigo que conocía y eso me hizo sonreír mucho más. Así me hacía sentir mucho más cómoda.
—Gracias, Ike. —Me corregí, echándole un último vistazo. —Sobre todo por tu valiente actuación.
Elevó una ceja con su usual expresión de broma, pero antes de que empezara con su personalidad boba de darme siempre la contraria, volví a alzarme de puntillas y le di otro beso en su mejilla. Eso lo calló, y por fin pude ver su reacción.
Sorprendido, pero con una media sonrisa.
Con eso, me marché por fin, intentando no pensar en todo el desastre que acababa de hacer y pasar.