Quería quedarme a asegurar la atención del esclavo, pero Raymond me tomó del brazo rompiendo mi mirada fija en sus terribles heridas.
—¿Qué te atacó de repente? —Me soltó con dientes apretados, alejándome del lugar. —Ya sé que el látigo está prohibido, pero nunca te has metido en estos asuntos. Y padre ya te había dicho que te alejaras de este lugar.
Al principio me había dado un poco de vergüenza que había reaccionado emocionalmente, pero ahora sus últimas palabras me hicieron enojar otra vez.
—¿Y eso me obliga a quedarme de brazos cruzados? El pobre ya tenía la piel en carne viva. Aunque sean esclavos, nosotros no somos bárbaros, Ray.
Me vio con ojos entrecerrados, pero no dijo nada más al respecto. No creo que tuviera nada qué decir; estaba de acuerdo conmigo, podía notarlo.
—De todos modos, tenemos cosas más importantes qué hacer, ¿Recuerdas? —Señaló a la casa, y por un momento olvidé a qué se refiería... Hasta que los sucesos anteriores a ese momento volvieron torpemente a mi cabeza.
Cierto, Sergei y su hermana.
De repente quería quedarme con mayor razón en ese lugar, al lado del taur, pero no quería levantar sospechas de nada. Hice un puchero en los labios, rompiendo finalmente mi apariencia autoritaria.
—Tienes cosas más importantes qué hacer. No me metas en el mismo saco.
Se rió un poquito, aliviando el ambiente tenso. Se fue de mi lado, supongo que esperando que lo siguiera, pero mis ojos viajaron una última vez al taur. Karl lo estaba ayudando a levantarse, y solo espere a que por lo menos no matara a la ayuda.
Pero su atención no estaba exactamente en el pequeño humano a su lado, sino en mí. Sus ojos me veían fijamente, aunque inexpresivos. Solo podía imaginar lo que pasaría por su cabeza, pero ya no tenía tiempo de pensarlo más.
Al volver a la mansión, entramos a hurtadillas y yo me fugué a mi habitación. Si era posible, quería que Ray fingiera que yo no estaba en la casa, pero parece ser que la dama de la fortuna no estaba a mi lado en esta ocasión.
Antes de siquiera poder subir las escaleras, la voz que me perseguía en todas las fiestas se escuchó atravesando el pasillo, con mi nombre como su anuncio.
—¡Diane! Así que si estás aquí después de todo.
Me congelé en el lugar, apretando la mandíbula y forzando una sonrisa al voltear a ver a Sergei a través de la puerta entreabierta del recibidor... Tendría que hablar de ese detalle más tarde con Daniel.
Salió del recibidor a prisas, probablemente acostumbrado a perseguirme. Esta vez estaba usando un traje oscuro con cordones dorados aquí y allá, luciendo elegante y guapo. Su cabello ligeramente grisáceo y característico de su familia lo tenía bien peinado hacia atrás con ondas que le daban ese toque casual a su rostro, el que tenia que admitir que era bastante agradable a la vista. Sus ojos azules me veían como siempre con anhelo, pero para mí siempre había parecido más bien obsesión.
—Lord Sergei, qué sorpresa. —Fingí demencia, pero al menos intenté ser cordial. —Bienvenido a nuestro humilde hogar, ¿No lo ha visto ya mi hermano Cedric...?
—Por supuesto, pero mis asuntos son...
—Oh, me imagino que con mi hermano Ray entonces, porque mis padres no regresarán hasta tarde. Si me disculpa, tengo que dejar mis compras en mi habitación, me agarraron en un momento un poco ocupado.
Ray salió de la cocina por dónde entramos a hurtadillas, y al levantar la vista de las bolsas que tenía en su mano al checar que nada se hubiera roto o maltratado, se quedó de piedra al ver que nos habíamos topado. Justo lo que quería evitar.
—Ah... ¡Sergei! Qué sorpresa, ¿Qué haces aquí, mi amigo? —Ray era de la misma generación que él, así que aunque no habían sido los más cercanos, sí que se conocían uno al otro. —¿En qué te puedo ayudar?
Un poco exasperado por ser interrumpido dos veces, volteó a verme a mi y a mi hermano sin saber a quien dirigirse primero, momento que aproveché para hacer mi escape triunfal.
—Si me disculpan...
Tomé las bolsas de las manos de Ray para mayor peso a mis excusas y subí las escaleras a prisas, evitando a toda costa ver a la dirección de Sergei.
Dejé las bolsas de Ray en su habitación y luego corrí a la mía, lanzandome a la cama y cubriendo mi cara con una almohada. Grité un poco contra ella, ahogando mi adrenalina del susto que eso me dió.
¿Por qué Sergei no captaba las indirectas? Nunca le había dado ninguna impresión de que me interesara. ¿Es que no podía aceptar un no por respuesta?
Me quedé acostada un momento sin quitarme la almohada de encima, un poco perdida en mis pensamientos sobre lo tontos que eran los hombres. Mi mente divagó lentamente a pensar en qué sucedería en el baile de otoño y antes de que empezara a imaginar sobre bailar forzosamente con Sergei, se escucharon dos toques a mi puerta.
Antes de responder para darles permiso de entrar, Ray ya estaba asomando la cabeza en la puerta.
—Ey, esta vez no puedo rechazarlo, Diane. —Dijo con un gesto de disculpa en su cara.
Ya me lo estaba esperando. La insistencia de Sergei no le permitiría detenerse solo con mis hermanos si ya me había puesto los ojos encima.
Con un pesado suspiro, cerré un momento los ojos para intentar no entrar en pánico. Me ponía bastante nerviosa estar en el mismo cuarto que con él.
—Está bien, ya bajo.
—Te espero ahí... —Antes de que cerrara la puerta, sin embargo, volvió a abrirla y se me quedó viendo un momento antes de hablar otra vez. —Diane, ¿Y si le das una oportunidad al menos una vez?
Me senté de golpe, viendo a Ray como si le hubieran crecido dos cabezas de repente y ninguna de las dos le sirviera.
—¿Estás loco? Ya te dije que me da escalofríos el tipo.
—¿Pero por qué? No es un mal tipo. No como yo al menos. —Dijo intentando bromear para relajarme, pero al ver mi cara de enojo supo que no sirvió y solo suspiró. —Mira, creo que si le das chance, puede ser que te sorprenda. ¿Quizás solo estás siendo muy... Paranoica sin haberlo conocido primero? Tal vez y te termine gustando de verdad. Sabes que mamá y papá lo están pensando con él... Lo menos que podrías hacer es conocerlo primero antes de lo inevitable.
Agarré un cojín y se lo aventé a la cara, pero él la quitó antes de tiempo.
—Solo cierra la boca y vete.
—Diane... —Agarré otro y se lo lancé igual, pero él cerró lo suficiente la puerta para que rebotara. —Ya, está bien, abajo te espero, loca.
Iba a ir por el tercero, pero cerró mi puerta por completo, dejándome enojada pero pensativa.
No era tonta. Ni inocente o consentida como otros pensarían.
Sabía perfectamente que mis padres querian a Sergei como mi futuro esposo porque les interesaba muchísimo su negocio.
Monturas acorazadas de guerra.
Equinos, osos, rinocerontes, alces e incluso recientemente habían conseguido domesticar hipogrifos y lobos gigantes. Ambos lados, quentaurs y humanos los domesticaban para la guerra y pelear con ellos, pero eran pocos los que podían domesticsrlos y enseñarlos correctamente, en especial aquellos mas ferales como las criaturas mágicas y especiales como los últimos dos.
Junto con las entrenadas tropas de la familia, juntar esos dos negocios con un matrimonio era un grandioso trato que beneficiaba ambas familias. Los Kozlov obtendrían entrada al mundo más exclusivo de las familias nobles y los Ivory obtendrían mucho más poder militar que antes.
Pero todavía era un poco ingenuo pensar en que sería un matrimonio exitoso. Y eso me lo había dicho mi madre.
"Si no lo quieres, está bien. Aunque le daría mucho poder a la familia, también nos pondría una diana en nuestras espaldas. Tu padre puede ser demasiado avaricioso... Y la corona no puede permitir que alguien los rivalice como lo está haciendo tu padre."
Lo había dicho en un momento de honestidad, pero sabía que no debería saber eso ni que debería ir en contra de los deseos de mi padre tan abiertamente. Después de todo, la sangre iba primero...
Me levanté intentando pensar en cómo rechazar a Sergei. Si las indirectas no funcionaban, tendría que dejárselo tan claro como las ventanas que limpiaba Martha.
Bajé las escaleras con varias ideas en mi cabeza, desde cómo empezar la conversación hasta cómo desarrollar diferentes tipos de respuestas hasta terminarla, llegando eventualmente al recibidor.
Mi hermano estaba ahí, sentado y esperando, un poco fastidiado por ser él quien tenía que estar ahí. Usualmente era tarea de Cedric, pero se había desquitado la responsabilidad con la excusa de mucho trabajo. Solía hacer eso. Y del otro lado, sirviendo también como chaperona, lady Macbeth a la que saludé solamente con un gesto de la cabeza. Luego fijé los ojos en Sergei.
—Lady Diane. —Saludó de nuevo con una sonrisa y sin alejar los ojos de mi cara, algo que de inmediato me incomodó. —Lamento mucho interrumpirla de nuevo.
"Si lo lamentaras, no lo habrías hecho en primer lugar". Pensé.
—¿En qué puedo ayudarlo, Lord Sergei? —Pregunté en vez de ello, siendo un tanto cortante de todas maneras... Pero él sonrió de medio lado.
Antes de que pudiera empezar con cualquiera de mis opciones de conversación, él empezó de una manera diferente de la que esperaba.
—Verá, tal como le comentaba a su hermano, milady, estaba paseando por la ciudad cuando me encontré con sus padres. —Explicó sin molestarse en hacer más conversación ligera. —Disculpe el atrevimiento, pero les pedí permiso de llevarla como mi acompañante a la fiesta de otoño... Y ambos accedieron. Así que esta inesperada visita es para hablar con usted al respecto.
Abrí los ojos sin poder creerlo. ¿Había ido directamente con mis padres? ¿Cuál era su problema?
—¿Disculpe? —Solté sin contenerme en un tono ofendido que hizo voltear a su hermana con una ceja levantada. No parecía contenta, pero a mí me importaba poco.
—Así que esto es una mera formalidad, pero lo hago por respeto y para demostrar además abiertamente mi interés por usted, milady. —Se me hizo un nudo en la garganta, pero no era por emoción, ni enojo o miedo. Era frustración.
Volteé a ver a Ray en busca de apoyo, pero él estaba viendo a otra dirección a propósito.
"No puedo rechazarlo" había dicho arriba.
Mejor me hubiera soltado la bomba en un lugar donde podía gritarle a la almohada otra vez.
—Lo siento, Lord Sergei, pero yo...
—Sé que aún no puede corresponder mis avances porque no ha llegado a la edad de 21, pero espero que eso no la detenga a aceptarme voluntariamente. —Volvió a interrumpir, ahora haciéndome enojar poco a poco. Pero sus siguientes palabras me hicieron callar definitivamente. —Verá, en realidad nos topamos con sus padres en nuestro humilde hogar, donde son bienvenidos... Y resultó ser que habían hecho un pacto de negocios. Y justo cuando le pregunté a sus padres, ellos me respondieron con una noticia inesperada. —No... No podían atreverse a hacer eso. No mientras mamá estuviera ahí para detenerlo... ¿Verdad? —Resulta ser... Que hablaron de planes de matrimonio, y al parecer ahora estamos comprometidos uno con el otro.
Bueno...
Mierda.